Con-ciencia: la universidad argentina en la encrucijada

Por Luchino Sívori



Los eventos políticos son educativos y viceversa.”

Paulo Freire, 1994

En los últimos años se ha venido dando una discusión en el mundo de la Academia que tiene como principal característica definitoria la de incluirla, vía alianza con el Estado y el mercado, en los procesos económicos e industriales de los Estado-Nación (Gibbons et al.1994;  Etzkowitz & Leydesdorff, 2000).

Este debate no es puramente reciente ni estrictamente local; sus orígenes datan allí por los años 50 en las por entonces nuevas socialdemocracias europeas, luego de que la guerra mal denominada “mundial” destruyera prácticamente la totalidad de las economías europeas y sus necesidades de renacerla se volcasen en un inmenso Plan Marshall que tenía, como hoy nuestro modelo neo-desarrollista, una gran apuesta por la demanda intensa de productos y bienes de consumo. Estos bienes y servicios que los estados europeos necesitaban crear para volver a crecer se basaron en buena medida en los avances tecno-científicos que se iban dando en la época, cumpliéndose así un ciclo “neo-keinesiano” que logró sacar finalmente del agujero a buena parte del viejo continente.

Hoy en día este pensamiento está teniendo de nuevo lugar en los países desarrollados. La propuesta de la Comisión Europea a través de su multimillonario programa de Investigación e Innovación Horizon 2020 (http://ec.europa.eu/programmes/horizon2020/en/what-horizon-2020) que abarca a los 25 miembros de la Unión es sólo un ejemplo explícito de ello[1]. En la Argentina y en otros países del continente esta tendencia también está calando hondo. Si uno visita la página oficial del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, dirigido por el doctor en Química de la UBA Lino Barañao, verá que el último plan estatal, Argentina Innovadora 2020, que traza las líneas de la investigación científica de los próximos años, sigue la misma línea de la UE, esto es, desarrollar y re-articular dentro y fuera de las facultades fórmulas aliancistas entre la Universidad, el Estado y el mercado para incluir la Ciencia y la Tecnología en los procesos productivos del país, potenciando la inversión privada –financiera y de capitales riesgo, sobretodo- en los proyectos de investigación tanto básicos como aplicados[2].

A pesar de que estos programas y planes estatales cuentan con el beneplácito de influyentes actores económicos -como sean empresas farmacéuticas, químicas, financieras...-, en general sus contenidos no son debatidos ampliamente por la sociedad civil estrictamente no académica –ni, por caso, la prensa generalista y los grandes medios de comunicación-. Salvo contadas excepciones (el director de la Biblioteca Nacional Horacio González, la sección Universidad en el Página/12, el colectivo CTP-Ciencia, Tecnología y Política por el Proyecto Nacional y Popular y algún que otro suplemento en la versión argentina del Le Monde Diplomatique, El Dipló), el rol de la Universidad argentina no es tenido en cuenta a la hora de proyectar modelos de sociedad, ni para fortalecer el proyecto político actual ni para contrarrestarlo diferenciándose.

Este dato que hoy pasa desapercibido no es, estratégicamente, para nada menor. Políticamente, el cuestionamiento en profundidad del rol que tienen las Ciencias y las Letras en un país como el nuestro (sector agro-exportador desarrollado, proceso de re-industrialización federal, industria del turismo incipiente, desigualdad enraizada, territorio extenso, Historia de dictaduras, economía extranjerizada), en una coyuntura como la actual (alta valorización de los commodities, conflictos ambientales, concentración económica, polarización de la sociedad) es fundamental y merece ser tenido en cuenta en un debate científico político-nacional amplio, que no se contemple únicamente puertas adentro haciendo copy-paste de iniciativas multimillonarias del primer mundo -que ya hoy, por cierto, demuestran ser poco satisfactorias para muchos de sus protagonistas (ver La Universidad del Siglo XXI- Para una reforma democrática y emancipadora de la Universidad, de Sousa Santos, 1994)-.

De acuerdo a autores y educadores especializados en este tema, como Vicente Manzano (España), Paulo Freire (Brasil), Hilary Putnam y Henry Giroux (EEUU), son éstos debates plurales los que posibilitarán cuestionar uno de los huesos más duros del sistema democrático representativo, esto es, la alineación o la autonomía que deben poseer instituciones como las universidades para con los poderes de turno, ya sean éstos gubernamentales o del mercado. Y es que es allí, en esta dependencia económica-financiera, relacional, intelectual, cultural con el Estado y/o con el sector privado, donde se juega la orientación que tendrán nuestras facultades y centros de investigación en el medio y largo plazo. Es allí, por medio de estos links confusos nunca esclarecidos entre Academia y Poder, donde se mantiene la histórica (y supuesta) des-politización típicamente tecnócrata de ciertos positivismos aislacionistas en el mundo académico.

Esta discusión con participación de la sociedad civil acerca de cuál debe ser el rol de las universidades argentinas en proyectos tan bastos como el plan estatal Argentina Innovadora 2020, no es sólo una necesidad y un requisito para el fortalecimiento de una democracia que este año volverá a cumplir otro aniversario, sino también una forma de equilibrar aquello que la Unión Europea no ha logrado hacer hasta ahora, que es priorizar el conocimiento científico técnico y humanístico para el crecimiento de las mayorías nacionales, y no para producir únicamente perfiles profesionales y excedentes corporativos-particulares. Esto último sólo podrá ser evitado a través de una universidad pública con amplio anclaje social, “politizadas” –esto es, incluidas en proyectos y modelos de país- y abiertamente participativa a toda la comunidad civil, no solamente la científica académica.


[1] Los objetivos que persigue esta iniciativa de 80 billones de Euros firmada por todos los primeros mandatarios de la UE y el Parlamento Europeo son, textualmente, “asegurar que Europa desarrolle una Ciencia de Calidad; remover los obstáculos para la innovación científica entre laboratorios; crear puestos de trabajo a través de un único mercado del Conocimiento y la Investigación; fomentar la Excelencia científica a través de mediciones y rankings; y que el sector privado y la Academia puedan trabajar juntos lo más fluidamente posible.” (Comisión Europea-COM/2011/0808).