Memorias de un militante
por Juan Manuel Sodo
La noche va a ser larga y tendré que entretenerme
con algo. Mientras la luz del celular me alumbre la libreta de anotar precios,
repasar cómo llegué hasta acá a lo mejor sea una buena idea para pasar el rato.
Empecé en el centro de estudiantes de la facu, como
casi todos los que estamos en esto. Me acuerdo de la vez que quisimos
secuestrar al decano a la salida de su casa. Fue un fracaso total esa
operación. Hubo que abortar. A mí, por ejemplo, me tocaba hacer de campana y no
pude llegar a tiempo. En el camino se me pinchó la goma de adelante de la
bicicleta. Ni una bicicletería cerca para emparcharla había en ese barrio
concheto.
En la militancia de hoy esas cosas no pasan. Cada
uno tiene su chofer. Te traen y te llevan. Tenemos una buena conducción,
digamos.
En la Federación, el espacio en el que milité
después del Centro, si bien no tanto como ahora, las cosas también se hacían
profesional y seriamente. Hasta diría que, incluso, demasiado. Un exceso de
rigurosidad, en algunos casos. Todo bien con tomar recaudos, con ser precavidos
y estar atentos a las medidas de seguridad, pero eso de ir tabicados a las
reuniones era un poco mucho me parece. Perdíamos tiempo, además. Nos
dispersábamos. Cómo hacés para ir caminando solo desde tu casa hasta el local
con una venda. Nos perdíamos. Uno una vez se llevó puesto un semáforo. Nunca
llegábamos.
Ojo que hoy no todo es color de rosa. En la
actualidad también hay compañeros que se pierden. Pasó el día en que ganamos
con el 54%, sin ir más lejos. Nunca vi tanta gente en la plaza. Parecía una
ciudad adentro de otra. La marea de gente te arrastraba para cualquier lado.
Varios compañeros se desencontraron. A muchos no los volvimos a ver por un
tiempo. El bombista de la batucada de la seccional Avellaneda apareció a los
tres meses en Pacheco.
De la Federación pasé a préstamo a los frentes de
izquierda parlamentaria. Empecé de a poco y de abajo, hasta que llegué a ser
responsable del diseño de afiches y volantes. Pero enseguida me harté. El
armado para las elecciones legislativas fue insufrible. Idas y vueltas. Alianzas.
Negociaciones. Todos los días un cambio. Una tarde éramos el FREJUNDE. Estaba a
punto de cerrar y mandar todo a imprenta cuando me avisan que los de Dignidad
Emancipatoria se habían abierto pero que habíamos cerrado con el Polo Obrero.
Entonces pasábamos a ser el FREJUNPO y tenía que hacer todo de nuevo. Al rato
rompimos con el Polo Obrero y arreglamos con el PO, pero ahí zafé, la sigla seguía
sirviendo igual así que dejé todo como estaba. Después fuimos el FREJUNPOLAR.
Pero ahí nomás se produjo una división interna y nos escindimos en el
FREJUNPOLAR 13 de octubre CN y el FREJUNPOLAR 14 de octubre CNN.
Como el canal de televisión, lo que me remitió al
tema de los medios hegemónicos que se estaba empezando a discutir en aquel
momento. Y de ahí, a lo de Clarín, que era el emblema local de los medios
concentrados. Así fue que hice el clik. Tomé conciencia de la magnitud de lo
que estaba en juego y decidí acercarme y sumar mi aporte a este movimiento
popular comenzando otra vez de abajo a hacerme un lugar.
Llamar a alguien de mi seccional sería un papelón.
Sería como retroceder etapas a la primera época. Y un militante de este modelo
no puede permitirse ningún nivel de improvisación. Más cuando está abocado a
una tarea como ésta contra el capital trasnacional: me tocó controlar precios
en un chino. Son terriblemente violentos estos tipos a la hora de defender su
negocio, así que me tuve que esconder en la góndola de los lácteos. El problema
es que nunca pude salir y ahora cerraron. Me quedé adentro del super. Pero
bueno, aunque sea no voy a pasar frío. Como son los chinos, seguro que en algún
momento de la noche se apagan las heladeras.