Kalor
por Diego Valeriano
Alejandra
toma sol en el patio de su nueva casa. Está de pie y refleja los rayos en su
cara con una de esas pantallitas metálicas. De fondo la radio satura el enfermizo
parlantito. De la habitación de las chicas se escucha a Rial hablando de
Maradona. El volumen de todo es alto, incluso del balbuceo de Mateo que entra y
sale con un cuchillo en la mano. El
patio es pelado. Ni una planta queda. Todo fue arrasado por la multitud que
vive ahí. En el fondo se va acumulando las cosas que no pueden vender. La voz
de la tele se mezcla con la advertencia de la radio sobre el alerta rojo por la
ola de calor. No hay que hacer ejercicio,
hay que permanecer en lugares frescos, ingerir mucha agua, usar ropa suelta, de
materiales livianos y colores claros, protegerse del sol poniéndose un
sombrero. El vecino de enfrente insulta ferozmente al Choco que no deja de
tirar petardos. La térmica de 43 en su cara ronda los 50, tiene los ojos
cerrados pero casi que ve a través de los parpados de tan iluminados que están.
Respira el calor de la pantallita, el olor del pozo ciego rebalsado, del jazmín
del vecino. Ahora Mateo corre a su alrededor, como si fuera un satélite. Melisa
está a su lado reclamándole que María la quiso desnudar. Francisco suma a la
radio y la tele el compilado de grandes éxitos tropicales que le compro al
Boli. El Choco se refugia tras Alejandra porque sabe que el vecino ahí no se
anima. Con ella ningún vecino se mete. Siente que se le derriten los pómulos,
que de a poco se incendian. Cambian de estado del sólido al líquido por la
acción del calor. El reflejo tenaz transfiere calor a los átomos de su cara,
los cuales vibran con más rapidez a medida que ganan energía. La tierra del
patio esta agrietada, su cuerpo comienza
a tornarse ingrávido y gentil. Mateo, Melisa y el Choco parecen flotar. Ahora
la radio aconseja evitar el golpe de calor. Llega el Togtu y el vecino lo ataja
en la calle. Discuten. Togtu no defiende al Choco, pero no le gusta que nadie
le hinche las pelotas. Los gritos se escuchan a pesar de las interferencias.
Todos salvo Alejandra salen para la vereda. Su cara recibe radiación propagada
en forma de ondas electromagnéticas por la pantallita plateada. Afuera el
volumen de los insultos sube. Apenas distingue las voces, el calor se propaga
de su cara hacia el resto del patio, su cara esta agrietada como el patio.
Necesita tomar agua urgente, pero en todo el barrio no hay ni una gota. El
camión de la municipalidad no puede llegar por el corte de la 197. Esta
sofocada, vuelve el Choco a buscar un palo entre las porquerías que no pueden
vender. Se le durmió el brazo izquierdo, los objetos a su alrededor comienzan a
girar, lo nota a través de sus parpados. La tensión nerviosa crece por dentro,
así como también la fiebre muy alta en la cara, el amor, las enfermedades
crónicas, la maternidad, la guita, el trabajo desquiciado. Todo se torna
ensoñación. Dejar caer la pantallita, se siente ardiendo. El calor intenso y
sorpresivo le sale desde dentro del cuerpo, la temperatura profundamente
tropical de la piel y del espíritu se mezclan. Sus ojos tardan en acostumbrase.
En cuanto lo hacen, Alejandra comienza a correr.