“Nosotros no queremos un cambio de nombres”. Entrevista al subcomandante Marcos (en cuatro partes)

- Parte II/IV -

En esta segunda parte de la entrevista realizada al subcomandante Marcos en marzo de 1994, en la comunidad tzeltal de Prado Payacal, en la selva Lacandona, el jefe militar y vocero zapatista se refiere a sus primeros encuentros con la sociedad civil y a los motivos que llevaron al EZLN a entablar el primer diálogo con el gobierno, luego de los primeros días de la guerra. Marcos habla también de las primeras “bajas” en el entonces gobierno de Carlos Salinas de Gortari y de sus ajustes internos después del asesinato de Luis Donaldo Colosio y, posteriormente, retoma la historia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, su origen y formación en las montañas del sureste mexicano.



El inicio del diálogo con el gobierno y con la sociedad civil

El mismo revuelo que causó la guerra hace que el gobierno busque saber también qué está pasando. No creemos que el gobierno haya querido llegar a un acuerdo de paz, sino saber quiénes éramos y qué pasaba, saber porqué no nos podía acabar como le habían prometido los militares.
Al mismo tiempo, en la sociedad se empieza a generar esa misma expectativa: saber quiénes son, y buena parte de ella pide que se busque otro camino, dice que sí son justas las causas, pero que se busque el camino político; otra parte pide que nos presentemos para saber quiénes somos, para conocernos, para ver si somos lo que decimos que somos o somos otra cosa. Y ahí es donde nosotros decidimos presentarnos al diálogo, sin ninguna esperanza respecto a la respuesta del gobierno, pero queríamos hablarle al país de otra forma y por otros medios.
Y luego viene la etapa posterior al diálogo, donde se polarizan muchas fuerzas que estaban subyacentes hasta antes del diálogo. Parecía que sí había consenso por la paz, y luego se ve que no, que hay sectores de la población que quieren la paz, pero la de antes, no una nueva paz. Se ve que por lo menos una parte del gobierno no está interesado en la salida polítíca, sino sólo en ganar tiempo, en esperar el momento oportuno para una solución militar. Entonces se deteriora mucho el clima político para una solución negociada, y la culminación es el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

¿Las cabezas que han caído, la de Elmar Setzer (gobernador del estado), la de Patrocinio González (secretario de Gobernación); la de José Córdoba Montoya (brazo derecho de Salinas de Gortari), forman parte de ese balance?

Tal vez la de Córdoba, pero la de Patrocinio y la de Setzer responden a ajustes de cuentas internos más que a presión nuestra. Patrocinio tenía encima que era el encargado de Gobernación y debería haber sabido lo que estaba pasando, y además fue el gobernador de Chiapas cuando nosotros estábamos creciendo. Por qué no se dio cuenta, o si se dio cuenta por qué no dijo nada y si sí dijo por qué no lo escucharon. Alguien tenía que pagar por eso y le tocó a él. Lo de Setzer, pues fue por sus torpezas, por cómo se manejó al principio del movimiento. Ellos pensaron que para que nosotros nos sentáramos a dialogar había que mandar una señal, en ese caso la de quitar a un gobernador duro.
¿Y la de Córdoba?

Yo pienso que viene del deterioro del ambiente, en el que una parte es lo que hizo el EZLN, pero no todo. Está el propio asesinato de Colosio. Córdoba ya tenía entonces dos errores grandes, el del EZLN, por supuesto, y luego el de Colosio.
La participación del EZLN en esos cambios dentro del gobierno es mínima. Luego dicen “bueno, ya lograron muchas cosas, ya cálmense, tranquilícense”, pero como quiera todo eso que ha pasado no le hado ni democracia, ni libertad  ni justicia a este país, que es lo que nosotros queremos.
Nosotros no queremos un cambio de nombres. Si sigue sin haber cambios profundos que propicien una democracia, el ejercicio de la libertad política y como consecuencia el cumplimiento de la justicia, porque si no la cumples pues te quitan y ponen a otro, que es la presión que debe tener cualquier gobernante, pues entonces no hay un cambio. Tienden mucho los periodistas y algunos politólogos a ver en todo esto cambios estructurales, pero nosotros, de veras, no lo vemos así.

¿Cuáles son sus expectativas en estos momentos?

La expectativa de este movimiento es triunfar, lograr que en este país haya democracia, libertad para escoger una u otra forma de gobierno o sistema social o como le llamen ahora, y un equilibrio inicial de los factores sociales y económicos, hasta lograr una justicia real.
El movimiento tiene la perspectiva de, por lo menos una parte, seguir creciendo en la clandestinidad; mientras la otra también se mantiene clandestina pero visible en el sentido de que ahí están, están armados, poseen un territorio, quieren tal cosa y pueden atacar y defenderse. Otra parte, los topos se preparan para cuando nos golpean a nosotros tomar ellos el relevo.

¿Y qué hay en el resto del país?

Algunos puntos sueltos de simpatizantes…La parte que es mero del ejército, sobre la que se fincó el EZ, es muy pequeña, no podemos decir que sea del país, aunque tiene ramificaciones, es muy ralita, como la barba.
Ya después del primero de enero, pues aparecen simpatías por varios lados, pero en el nivel declarativo o en el de ayuda, sin implicarse.

¿No hay organización zapatista en el resto del país?

En el sentido clásico del término, no. Hay como una base de despegue, muy, muy pequeña. 
¿Sólo en el centro?

Yo no dije que era en el centro. No, no está en el centro.

La formación del EZLN. Sus primeros pasos

En la formación original del EZLN coinciden dos factores, por un lado un grupo de personas de origen citadino, pequeño, unos diez o doce…Digamos que eran 12, que venían de los fracasos en movimientos pacíficos o legales, consideraban que estaban agotadas las vías para un cambio democrático, gente del 1968, del 1971, de los choques populares de protesta, con la expectativa de que la lucha fuera un camino, entre otros, para cambiar el mundo. No en el sentido de la lucha armada como un todopoderoso, que por sí sola generara un cambio, en ellos no estaba esa concepción. Eso fue hace diez años.
Por otro lado, un grupo indígena, campesino, del sureste de Chiapas, también en el mismo proceso, pero sin preferencia con la lucha armada, sino en el sentido de abrir cauces democráticos ante la imposibilidad de la lucha legal, con condiciones de vida muy pobres y con un sector social integrado por los finqueros, los ganaderos, los terratenientes, muy beligerantes contra ellos, en fin, lo que ahora es Chiapas, lo que ahora ustedes descubren en Altamirano, desde hace muchos años así era.
Estos dos grupos, los de la ciudad y los indígenas, se plantean la necesidad de preparar la lucha armada. Desde el inicio en el primer grupo, el que es citadino, urbano, se maduran las experiencias de las guerrillas de los setentas, la concepción del foco, el balance de guerrilla urbana y de guerrilla rural, el movimiento urbano que crecía con acciones de propaganda y se solventaba económicamente con secuestros, con recuperaciones. Digamos que es la línea muy esquemática, con muchos matices de la experiencia guerrillera de los setentas, muy golpeada por la represión, desmantelada casi en su totalidad.
Este grupo pensaba que no, que la guerrilla no podía nacer de un foco, que era algo que había preparar, que su parte primordial, su columna vertebral, era el apoyo de la población, que no necesariamente se manifestaba en el momento del enfrentamiento armado, sino desde su preparación.
La cuestión económica, el financiamiento de esta guerrilla en esta nueva concepción, no podía venir de acciones de este tipo, que pusieran en riesgo la vida de los compañeros o del personal civil, como los secuestros o asaltos con fines terroristas. Entonces se recurría a la colaboración. Era una organización muy pobre económicamente, se sostenía con lo que cada uno podía aportar, según sus medios o el trabajo en el que estaban como profesionistas, maestros, etcétera.
Confluyen dos necesidades: Por un lado la necesidad de la autodefensa frente a un sector social compuesto por los finqueros y el gobierno estatal y municipal que los favorecía, y que los protege todavía. Y del otro, una nueva concepción guerrillera en México, tan nueva que no se viene a conocer hasta el primero de enero de 1994, porque su novedad estaba en que no supeditaba su aparición al hecho de actuar, sino a que estuviera preparada para hacerlo. La forma de financiamiento fue de tal forma que el aspecto militar correspondiera al aspecto político, es decir, tú crecías tanto como el mismo pueblo te abastecía, no recurrías a otros medios para conseguir apoyo económico, recursos o equipo. Eso hace que esa concepción sea a muy largo plazo, o al plazo que marque su mismo crecimiento político. Y es eso lo que marca la línea militar nuestra, tan antimilitar en ese sentido, donde no se le da tanto peso al aspecto militar, sino al político.
Pues bien, esas dos formas confluyen y se plantean el problema de dónde. Finalmente, si tú quieres preparar un grupo armado, entrenarlo, pues tiene que ser un lugar que reúna ciertas características para no ser detectado, porque tu propósito es justo que no te descubran, lo que quieres es prepararte, no enfrentarte. Entonces el grupo de indígenas campesinos de Chiapas, muy avanzado políticamente, una especie de élite política, dice “vénganse para acá, aquí hay condiciones”. Y es así como entra el primer grupo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1983.  Ahí dicen, “bueno, nos vamos a alzar y nos vamos a llamar Ejército”, porque la aspiración era a no funcionar como guerrilla sino plantear una estructura de ejército regular, pensando en que la tirada era aglutinar grandes contingentes armados y no grupitos que estuvieran haciendo acciones terroristas. Zapatista, por la expectativa de los compañeros del campo, con todo el problema de la tierra que es muy agudo en el estado. Y de Liberación Nacional porque siempre se planteó que la lucha fuera nacional, y que se articularía con otras fuerzas para un movimiento más amplio, revolucionario.
Así llega el primer grupo a la selva y se empieza a trabajar en el aspecto militar. Hay que estudiar manuales norteamericanos y mexicanos de instrucción militar, primero guerrillera. Agarramos los manuales de contrainsurgencia norteamericanos y luego los mexicanos, que en realidad son sólo una traducción de los primeros. Y empezamos a aprender a vivir en la montaña, a caminar, a cargar, a conocer las rutas, el terreno, los animales, sus huellas, su olor. En fin, toda la lógica dentro de la selva. En la selva de la que te estoy hablando no hay poblados, nadie se mete ahí, ni siquiera los campesinos, porque es muy hostil, muy agresiva. La montaña te hace de nuevo o te avienta para afuera.
Pasaron varios años en los que el grupo que está en la montaña vivía del grupo que estaba en la ciudad, con la ayuda de ese otro grupo de indígenas que es el que apoya en pasar las cosas hasta la montaña, a un lugar en el que nosotros pasábamos a recogerlo.
De cualquier forma nosotros tratamos de no depender del alimento que mandaban de la ciudad, porque sabíamos que en cualquier momento se cortaba. Por eso le dábamos mucho a la cacería y al conocimiento de plantas que hay en la montaña, y así poder balancear un poco la alimentación que teníamos.
Lo que sigue es que el grupo de indígenas empieza a hacer el trabajo político, explicando en los pueblos que en determinado momento se va a necesitar la lucha armada, porque el gobierno no hace caso, y que eventualmente se van a agotar los caminos legales, las vías pacíficas para resolver los problemas. Y en un caldo de cultivo donde los ganaderos y los finqueros son muy agresivos, esta idea empieza a prender, pero todavía muy lento.
La concienciación sobre las condiciones de vida es tan evidente que no necesitas explicar más. En este caso, el trabajo político consistía en explicarles que había que contemplar una forma más de lucha, en este caso la lucha armada. En esos momentos el contacto sigue siendo muy cuidadoso, compartimentado, y así se va creciendo poco a poco, lo que hace que se alargue la vía de abastecimiento, y que sea más fácil meter y sacar cosas, porque más gente colabora. Y empiezan a aparecer colaboraciones espontáneas, nos mandan tostadas, alguna fruta, lo que se da en las casas de los compañeros, y un poco de café. Primero todo esto se mandaba hasta determinado punto, ahí lo dejaban, y sin que ellos supieran quién lo hacía, uno de nosotros bajaba y lo pepenaba, y lo llevábamos a otro lado, a donde estaba nuestro campamento.
La cosa era tan limitada que la tostada la guardábamos para una fiesta, por ejemplo para el 8 de marzo, para el primero de mayo, 20 de noviembre, esos días nos tocaba una tostada a cada uno y tomábamos café también. En ese tiempo los compañeros de los pueblos, que eran pocos aún, querían conocer personalmente a quienes estaban ayudando.
Y ahí hay otro cambio respecto a guerrillas anteriores, porque les damos paso a los campamentos, que se supone que es algo que no debe hacer la guerrilla, por seguridad y por otras cosas. Pero ellos llegan a los campamentos y empiezan a pedir instrucción militar, algo muy elemental porque nosotros estábamos más dedicados a aprender a vivir de la montaña y apenas estábamos aprendiendo de los manuales posiciones de tiro y orden cerrado (lo que hace que una unidad militar se mueva como colectivo). Entonces llegan ellos y nos dicen “por qué no me enseñas eso”. Y a partir de ese momento ya no nada más entregan la carga, sino también llegan a aprender. Y como nosotros llevábamos una vida muy intensa, le sacábamos provecho al día porque dependíamos de la luz del sol, en las tardes y en las noches nos sentábamos a platicar, y ahí los que habíamos leído algo pues les platicábamos a los demás. Era un especie de seminario, como dicen ustedes, y a cada quien le tocaba exponer un tema. Y entonces los compañeros empiezan a meterse también en esa dinámica, en esa forma de aprender la política, sobre todo la historia de México.
Ahí se empieza a tejer entre nosotros y ellos una relación muy grande, muy unida, muy difícil de romper.
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