El tiempo político y los caprichos de la fortuna
por Juan Pablo Maccia
¿Por qué Cristina
no radicalizó aún más el proceso político en curso desde 2003? Cuando el
conflicto con “el campo” y la famosa resolución 125, hubo una autentica
proliferación de militancias sociales, políticas juveniles a favor de la
presidenta. Luego de una serie de medidas democráticas y populares vino el
triunfo arrasador del 2011 con el 54%. ¿No era ese el momento de radicalizar,
de asumir el paso de una minoría “intensa” (La Cámpora, el Evita, la audiencia
de 6, 7 y 8) a una mayoría neta?
Nunca lo sabremos.
Pero si había un “momento” para desbloquear el proceso de radicalización
democrática –para usar el lenguaje del colega Ernesto Laclau- era ése.
Sea lo que fuere
que llevó a romper con Moyano –entonces líder de la CGT-, el tiempo nuevo que
debiera haber justificado esa ruptura nunca llegó. Y no lo hizo, creo, porque
unos pocos meses después del 54% llegó la tragedia de Once.
Según Trotsky
-hombre involucrado en las tragedias de la historia del siglo XX si los hay-
las férreas leyes de la historia se manifiestan en los detalles más
superficiales, esos a los que solemos llamar “accidentes”.
Hay una lógica
inescrutable en los caprichos del azar. De eso hablaba Maquiavelo cuando
reparaba en la “fortuna”. Y advertía: cuando las armas del príncipe resultan
eficaces para vencer una o más batallas en nada piensa menos que en cambiarlas.
Es el tiempo político favorable, en que la fortuna –que es mujer y quiere ser
seducida- nos sonríe.
Pero ese tiempo se
acaba un día. Y todo lo que antes resultaba favorable invierte inapelable su signo.
Eso ocurrió durante el verano del 2012. Y ocurrida la primera catástrofe, todas
las demás –reales o inventadas- se acumularon a la misma cuenta.
Después se fue el
Comandante Chávez y lo reemplazó Francisco, con la misma crueldad con que Messi
desplazó de la pantalla a aquel Maradona que viajaba en tren a Mar del Plata,
contra el Alca (¿alguien se acuerda de Bonasso?).
A esta altura el
lector se encuentra justificado a preguntar ¿qué hubiese sido concretamente una
“radicalización” del proceso? No pienso en ninguna medida concreta, sino en una
iniciativa precisa destinada a sortear el inciso que impide la re-reelección
presidencial.
Lo único radical
en política es asegurar el porvenir.
No hubo tiempo.
¿No lo hubo? En todo caso, y mirando a los próximos meses: ¿qué hacer con el
tiempo que resta?