Bergoglio, en el país de los ciegos
por Claudio Mardones
Desde que Jorge Mario
Bergoglio fue nombrado jefe de la
Iglesia católica, los 11125 kilómetros
que separan a Roma de Buenos Aires se redujeron a una discreta medianera,
cruzada por cientos de llamadas telefónicas y vuelos aéreos. Travesías febriles
que llevan y traen secretos y mensajes entre la Santa Sede y el equipo
de asesores en las sombras que acompaña al primer papa latinoamericano y
argentino. A fines de febrero, una de esas sotanas se animó a despedirlo como
si fuera para siempre: “andá nomás, que vos acá no volvés más, porque te van a
elegir papa”, le dijo un añejo conocedor de las reglas secretas de la Capilla Sixtina ,
mientras lo abrazaba con cariño. Pero el cardenal primado de la Argentina y arzobispo
porteño estaba seguro de que regresaría tres semanas después, como mucho.
Todavía no ha vuelto y, con suerte, lo hará en 2016, cuando hayan pasado las
elecciones presidenciales que definan la sucesión de Cristina Fernández de
Kirchner.
cambiar
de piel
Si
al cumplir los 77 sentía que la jubilación estaba a la vuelta de la esquina,
ahora que está por llegar a los 78 sus allegados aseguran que está
irreconocible, de un humor que antes le sabían escaso, que no para, pero que
desconfía hasta de su sombra. Busca por todos los medios que el entorno
palaciego que cercó a sus antecesores no lo someta como recién llegado. Tampoco
que anticipe su partida. “Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisistas, vanidosos
y equivocadamente estimulados por sus cortesanos. La corte es la lepra del
papado. (…) Yo no comparto este punto de vista y haré lo que pueda para
cambiarlo”, confió Francisco al periodista Eugenio Scalfari, director del
diario italiano La
Repubblica. Fue en octubre. Habían pasado seis meses desde la
puesta en práctica de una gestualidad humilde que sedujo al mundo. En el primer
reportaje que concedió a la cadena brasileña O’Globo, dijo que la elección de
la pensión vaticana como residencia fue para no gastar dinero en psiquiatras
por el padecimiento de la soledad. Prefiere combatirla “en comunidad”, o
sacándole chispas al teléfono. Casi siempre marcando 005411.
La
envergadura de la crisis que Bergoglio tiene delante quizás le aporte la justa
dimensión de su poder. Algo parecido le pasó a uno de sus enemigos íntimos,
Néstor Kirchner, en 2003, cuando asumió con el 22 por ciento de los votos. Como
una paradoja de la historia, el primer papa argentino procura no caer en las
debilidades crepusculares que padeció Juan Domingo Perón a manos de un
secretario esotérico como José López Rega, y al mismo tiempo trata de conjurar
la fragilidad de origen que afrontó el presidente santacruceño. La misma
urgencia por acumular poder real y simbólico lo lleva a aprovechar la
desacralización de la figura papal para desacartonar la conducción de la Iglesia y renovar la
comunicación eclesiástica, hasta hace un año acosada por la sucesión de
escándalos sexuales y financieros. Esos gestos públicos, cotidianos, a veces
contundentes, siempre amplificados por los medios, son las piezas de un espejo
gigante de colores, un salto moderno en la costosa comunicación del Vaticano,
que le permite a Francisco proyectar hacia las entrañas del clero romano una
imagen mucho más grande de la que posee. Gran dosis de gestualidad para completar
el poder que le falta, y que necesita imperiosamente para conducir los cambios
que acordó en marzo, dentro del cónclave, con sus 114 colegas cardenales.
Mientras tanto, en la agenda de lunes a lunes, arranca a las siete con una misa
diaria en Santa Marta, dos pisos debajo de su dormitorio. Concreta un promedio
de siete audiencias por jornada, y lee todos los diarios porteños que puede
para seguir la política argentina bien de cerca. “Se está preparando para los
próximos seis u ocho años, después verá qué hace, pero así como elogió la
renuncia de Ratzinger también podría presentar la propia en algún momento y ver
a su sucesor en vida”, arriesga un amigo porteño de Jorge Mario que sigue en
detalle sus pasos y se sorprende por el buen humor cotidiano, contagioso, tan
cargado de esa adrenalina que provoca el poder.
homilía
pacifista
Entre
el 23 y el 28 de julio, Francisco estuvo en Río de Janeiro. Habló en el cierre
de las Jornadas Mundiales de la
Juventud ante tres millones de peregrinos jóvenes, en la
concentración más grande que haya vivido la ciudad carioca para un evento. Allí
Bergoglio comenzó a redimensionar la agenda política que mantuvo en Buenos
Aires, ahora a nivel global: amplió las críticas al neoliberalismo y la
especulación financiera, cuestionó la cultura del dinero, recordó que los niños
y los viejos son los dos extremos más vulnerables de las grandes metrópolis del
capitalismo contemporáneo, insistió en una Iglesia por y para los pobres,
castigó al narcotráfico y corrupción y defendió la atención a los adictos de la
pasta base. Pero también hizo diplomacia eclesiástica, y aprovechó sus
estrechos vínculos con el arzobispo de Boston y miembro de la orden de los
Capuchinos Sean Patrick O´Malley, para enviarle un mensaje a Washington
sobre Siria. La ofensiva, discreta, habría comenzado en Río, e incluía una
orden al episcopado estadounidense para que abandone su histórico nacionalismo
y revierta la brutal crisis de credibilidad que enfrenta por la escandalosa
cantidad de casos de abuso de menores que no llegaron a la Justicia , gracias a un
millonario acuerdo con 542 “posibles víctimas” de pedofilia. La fumata blanca
judicial fue impulsada por el propio O’Malley a costa de dejar en la
bancarrota a la diócesis de Boston. Bergoglio siempre valoró a su colega
capuchino, pero en Buenos Aires no pudo seguir su ejemplo. Luego de leer todos
los cuerpos del expediente judicial por el que fue condenado el cura Julio
César Grassi por abuso de menores dentro de la Fundación Felices
Los Niños, el entonces arzobispo porteño consideró que “no habían pruebas
concluyentes” para condenarlo. Pasaron tres años de esa lectura profunda y
Grassi tiene prisión efectiva.
La
preocupación de la Santa
Sede por un inminente ataque militar de la Casa Blanca a Siria
prosiguió con el uso por primera vez en varios años de su aparato diplomático
para intentar impedir una guerra. El 1º de septiembre, Francisco
aprovechó el rezo del Ángelus para pedirle a la comunidad internacional “hacer
todo el esfuerzo posible para promover sin más dilación, iniciativas claras a
favor de la paz por el bien de la población de Siria”. Luego armó una reunión
con todos los embajadores acreditados ante la Santa Sede , y envió a
su secretario para las Relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, con la
orden de entregarles un “non paper” que contenía el mismo mensaje que le había
hecho llegar a Obama: “Resulta absolutamente prioritario el cese de la
violencia, que sigue sembrando muerte y destrucción, y amenaza con extenderse
no solo a los demás países de la región, con efectos devastadores, sino también
con provocar consecuencias imprevisibles en diversas partes del mundo”. La
iniciativa incluyó un multitudinario ayuno global por la paz, un posible
llamado al mandatario sirio Bashar al-Assad (desmentido por el vocero Federico
Lombardi), y una carta al presidente ruso Vladimir Putin para que
incluyera el peligro bélico en la Cumbre del G-20 en San Petersburgo.
En
esos mismos meses, el nuevo papa se reunió con casi todos los representantes de
Medio Oriente: el israelí Shimon Peres, el libanés Michel Suleiman, el
palestino Abu Mazen, y el rey de Jordania Abdullah II bin al-Hussein. La lista
incluirá al primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu y al premier ruso
Putin. El desembarco diplomático de Bergoglio fue pura ganancia para el
Vaticano. La Casa Blanca
argumentó otras razones para retroceder sobre sus pasos, pero finalmente Obama
frenó el ataque. No será el último encontronazo entre Roma y Washington. En la Casa Rosada esperan
que el papa argentino alce la voz contra los fondos buitres que resisten la
renegociación de la deuda externa en los tribunales de Nueva York. Una vecina
de esa ciudad, nacida en el Bronx, ya se habría hecho eco de la preocupación
papal. Sonia Sotomayor es la primera jueza de origen hispano y la tercera
mujer que integra la
Corte Suprema de los Estados Unidos. Fue propuesta por Obama
en mayo de 2009 y juró el 6 de agosto, mientras su madre sostenía una biblia. A
los 59 años es la sexta integrante católica dentro de una corte de nueve
miembros y fue la única que a principios de octubre se negó a votar una medida
a favor de los fondos buitres, dicen que por una gestión directa del influyente
cardenal y arzobispo de Nueva York Timothy Dolan, reconocido como uno de los
grandes recolectores de votos a favor de Bergoglio en el último
cónclave. El máximo tribunal decidió que no tendría en cuenta
un pedido de apelación presentado por el gobierno argentino para revertir
la decisión del juez Thomas Griesa, que ordenó al país pagar la totalidad de
los bonos a los acreedores que no ingresaron en los canjes de 2005 y 2010. Una
victoria judicial para esos fondos especulativos es mucho más que un problema
de dinero. Para la nueva perspectiva de la Santa Sede se trata de
otra muestra del “capitalismo salvaje que ha enseñado la lógica de
las ganancias a cualquier costo, y vemos los resultados en la crisis que
estamos viviendo”, dijo Bergoglio dos meses después de asumir. Ese
predicamento, especulan en Buenos Aires, habría retumbado en los oídos de Sotomayor,
por boca directa del autor de la frase, para que evitara un fallo unánime
contra la Argentina.
lavadero
santo
El
IOR es la caja de seguridad y administradora de los fondos de la burocracia
vaticana, sus dicasterios y nunciaturas, y de las diócesis de los distintos
puntos del mundo. Posee 6300 millones de euros en activos de clientes,
repartidos en 2.300 millones en depósitos, 3200 en “activos bajo gestión” y
otros 800 en custodia. Tiene 114 empleados, 18900 clientes y una ganancia en
2012 de 86,6 millones de euros. La justicia italiana sospecha que la
megaestructura financiera del reino de Dios saca algunos fondos del infierno y
los lava camino al cielo, en forma de millonarias donaciones y óbolos.
“
El
papa Bergoglio está desmontando centros de poder económico en el Vaticano. Está
en el camino justo. Quienes se han nutrido hasta ahora del poder y la riqueza
que derivan de la Iglesia
están nerviosos, agitados. No sé si la criminalidad organizada está en
condiciones de hacer algo contra el papa pero ciertamente está reflexionando.
Los viejos padrinos con la gorra de visera dejaron de existir; están muertos o
en la cárcel, ahora manda el mafioso inversor que hace lavado de dinero, que
tiene el poder verdadero. Son esos sujetos los que se están poniendo nerviosos.”
No lo dijo el ahora legislador porteño de UNEN y militante bergogliano Gustavo
Vera, de la Fundación La
Alameda, sino el fiscal adjunto de Reggio Calabria, Nicola Gratteri.
Una
de las tres comisiones de trabajo que creó Bergoglio para reformar la
institución eclesial se debe encargar del destino del IOR. El equipo tiene,
entre las ocho sotanas poderosas, al cardenal de Boston O’Malley y a varios
laicos en las sombras, entre ellos algunos argentinos como Héctor Colella, el
empresario que actualmente conduce Ocasa, organización logística que perteneció
al empresario Alfredo Yabrán. Antes de matarse, en 1998, Yabrán entregó el
control de sus empresas a Colella, estrecho amigo del excardenal Jorge Mario y
uno de los mecenas que financiaron los abogados que defendieron al cura Grassi.
Colella es considerado por el Departamento de Estado norteamericano,
según los cables secretos que reveló Wikileaks, como una fuente muy importante
de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires. Desde abril, es parte del
puente aéreo que comunica con Roma.
teje
maneje
–Discúlpeme,
¿pero me podría dar un tiempo para pensarlo?
–Sí
claro, le doy dos minutos.
–Bueno,
espéreme. Necesito más tiempo para pensarlo, ¿y si le digo que no?
–Su
designación es una orden del papa Francisco, así es que le ruego que por favor
venga a Buenos Aires y lo hablemos personalmente.
El
nuncio apostólico en Argentina saludó y cortó. Emil Paul Tscherrig no podía
entender tanto temor. Había llamado para darle una buena nueva al arzobispo de
Santa Rosa de La Pampa
Mario Poli, pero lo terminó espantando. Su amigo Jorge Mario,
ahora jefe del Estado vaticano, lo había designado como sucesor en el
arzobispado porteño.
Poli
es todo lo contrario a la hiperactividad bergogliana. Su perfil tan pastoral y
silencioso es leído como un gesto del papa con la Casa Rosada , tan
medido como el pronunciamiento de la Conferencia Episcopal
Argentina sobre el narcotráfico, firmado luego de las elecciones del 27 de
octubre. En las sombras, ese mutismo es administrado por el obispo auxiliar y
vicario general Joaquín Sucunza, quien maneja los hilos de la Catedral y castiga con
celo a quienes mantienen contactos directos con su exjefe. El hombre fue
sobreseído en una causa por adulterio que le inició el esposo de una creyente,
pero Bergoglio lo defendió siempre.
La
suavidad parece ser el sino de esta nueva etapa. Atrás quedaron los años
sangrientos, cuando las espadas kirchneristas escuchaban los quejidos de la
diplomacia vaticana contra el arzobispo y cardenal jesuita. “Este hombre está
enfermo de poder y siempre pone gente de su propio partido”, bramaba el nuncio
Adriano Bernardini, enviado a Buenos Aires desde 2003 por decisión del
secretario de Estado Angelo Sodano. La confesión de bronca data de las
gestiones de Bergoglio para evitar que los futuros obispos se formaran en Roma
y para promover como rector de la Pontificia Universidad
Católica de Buenos Aires, a Victor Manuel Fernández, el teólogo preferido
de Jorge Mario. Bernardini impidió su acceso a la rectoría de la UCA durante años, mientras
defendía al obispo castrense Antonio Basseotto de los ataques de Néstor
Kirchner. Por entonces, durante el segundo año de su presidencia, Kirchner
estaba seguro de que la elección de Bergoglio como papa podría resultar letal para
el gobierno. “El presidente es el único que lo puede parar al perro”, se
quejaba el cardenal por las investigaciones del periodista Horacio Verbitsky en
Página/12, que lo señalaron como presunto delator de los sacerdotes jesuitas
Francisco Jalics y Orlando Yorio, detenidos y torturados en la ESMA durante la dictadura. La
exhumación de estas acusaciones y la sanción del matrimonio igualitario,
impulsado activamente por el entonces presidente, desembocaron en un desgaste
directo de la relación entre el gobierno argentino y Bergoglio.
El
cardenal no demoró en devolver las gentilezas y en 2007 confió en un desayuno
de la Asociación
Cristiana de Empresarios (ACE) que estaba “preocupado porque la Argentina iba a terminar
en un baño de sangre”. Seis años después, aquel que vaticinó tempestades hoy
podría actuar como un paragolpes institucional ante un escenario como el que
predijo, desde su nueva investidura global. “Siempre sintió que tenía un rol
histórico. Él considera a la
Iglesia como un factor de poder y ahora ejerce ese
razonamiento desde el papado para que la Iglesia recupere capacidad de influencia”,
analiza un compañero de seminario que lo conoce desde sus primeros pasos como
sacerdote. Pero también lo reconoce implacable y memorioso, especialmente con quienes
desafían su poder. En esa lista está el intendente de Tigre y diputado nacional
Sergio Massa. Cuando era jefe de Gabinete de CFK, Massita promovió como
embajador argentino ante la
Santa Sede al empresario inmobiliario Jorge O’Reilly, quien
por entonces era su asesor para asuntos diplomáticos. El hombre, principal
accionista de la desarrolladora inmobiliaria Eidico, en el partido de Tigre,
tiene vínculos cercanos con la Fraternidad Pío X, del obispo cismático Marcel
Lefebvre y, según Wikileaks, era otra fuente privilegiada de la diplomacia
norteamericana en Buenos Aires.
La
propuesta de O’Reilly fue vendida al secretario vaticano de Relaciones con los
Estados, Dominique Mamberti, en la misma nunciatura apostólica donde
Bernardini se gastó dos millones de dólares en refacciones. El dinero fue
aportado por Pedro Blaquier y Alejandro Roemmers, dos laicos contribuyentes de la Santa Sede. Como
Gregorio “Goyo” Pérez Companc, que también es un activo donante del Opus Dei y
su Universidad Austral. El fallido embajador que impulsó Massa, por
ahora, no es una buena carta de presentación para el Frente Renovador.
Bergoglio todavía recuerda que se enteró de la maniobra cuando ya estaba
consumada, sin que nadie le consultara nada. Una desobediencia cercana a la traición.
Algo más que una mácula en las pretensiones de Massa ante el gran elector
del Vaticano. “Bueno, quizá podría decir que soy despierto, que sé moverme,
pero que, al mismo tiempo, soy bastante ingenuo”, se autodefinió Francisco en
el diálogo que mantuvo con todas las revistas jesuitas. En la política local no
se puede verificar ingenuidad alguna de su parte. Jorge Mario se ha encargado
de mantener aceitados todos los vínculos con la red de contactos que tejió
desde la
Catedral Metropolitana y que han sido pacientemente
administrados, entre otros, por el padre Carlos Accaputo, responsable de la Pastoral Social de
Buenos Aires. “El sindicalista de Bergoglio”, lo retrató un joven laico
mientras veía como lo abrazaban políticos de todo el arco en un reciente
encuentro realizado en la parroquia de San Cayetano, barrio de Liniers.
Elisa
Carrió, reelecta diputada por la
Ciudad de Buenos Aires, se jacta de mantener extensos
diálogos con Francisco que no han sido confirmados. Desde el peronismo más
ortodoxo, el dirigente rural Gerónimo “Momo” Venegas llamó “Fe” a su partido
para congraciarse con Bergoglio y puso a la amiga papal y ex Defensora del
Pueblo Alicia Oliveira como candidata en sus listas. Ninguno de los dos pudo
pasar las primarias abiertas de agosto, pero ambos siguen levantando el
teléfono y muy a menudo escuchan “el papa Francisco desea hablar con Usted,
¿podría esperar en línea?”.
El
rosario de amigos papales incluye a Daniel Scioli, a quien Bergoglio estima por
su respeto a la Iglesia ,
por haber sostenido fielmente los enormes subsidios estatales a los colegios
católicos, a pesar de las buenas migas que el gobernador bonaerense tejió con
el arzobispo de La Plata
Héctor Aguer, jefe del ala conservadora del episcopado
argentino, que siempre ansió suceder a Bergoglio. Luego del 13 de marzo, Aguer
se recluyó en un monasterio de Azul, para afrontar la derrota. Reapareció a
principios de noviembre, como anfitrión de un encuentro para conmemorar el “Día
de la Tradición ”
en la estancia Los Álamos, un costoso terreno en Baradero que el arzobispado
platense controla desde 1930, cuando lo recibió como donación. Por allí
desfilaron el intendente de Malvinas Argentinas Jesús Cariglino, el presidente
de la Sociedad Rural
Miguel Etchevehere, el presidente de la Federación Agraria
Eduardo Buzzi, el conservador jefe de la diócesis Zárate-Campana Oscar
Sarlinga, el intendente local Aldo Carossi y el nuncio Tscherrig. “Se
juntan en Baradero porque no los reciben en Roma”, chicanea un bergoglista con
sotana, que omite la presencia del Momo, pasajero frecuente de Alitalia.
Sarlinga no viaja, pero encabeza una diócesis del norte bonaerense poblada de
casos de reducción a la servidumbre rural, y con parroquias encabezadas
por sacerdotes removidos de otras diócesis por duras acusaciones en su contra.
Especialmente por pedofilia.
El
papa cultiva su vínculo con Scioli a través de su gran amigo Aldo Carreras, que
revista como asesor del ministro de Trabajo bonaerense y ahora cumple la
función de operador papal entre La
Plata y Roma. Carreras fue compañero de Bergoglio en la
organización Guardia de Hierro, vertiente del peronismo que nació en 1961
impulsada por veteranos de la resistencia que se distanciaron de las
definiciones políticas de la Tendencia Revolucionaria ,
por considerar errónea la hipótesis de la lucha armada para forzar el retorno
del líder exiliado al país.
En
el tomo dedicado a la dictadura, de su Historia Política de la Iglesia Católica ,
Horacio Verbitsky explica que “desde la muerte de Perón (Guardia de Hierro) giraba
sin sol. En 1976 se acogió en forma voluntaria a la protección de Massera,
quien designó para conducirla al padre de una de las integrantes del grupo, el
capitán de navío Carlos Bruzzone”.
Bergoglio
se distanciaría de Guardia en 1975 debido a una disputa por el control de la Universidad del
Salvador, pero en esos años tejió relaciones estrechas que siguen hasta hoy,
como la que mantiene con el exinterventor del COMFER Julio Bárbaro, quien le
cedió la licencia para el canal 5 del arzobispado porteño; o con el
exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, flamante agregado económico
en la embajada argentina en Italia, desde donde mantendrá otra vía
informal de intercambio con el Vaticano. “Si pudiera, sería un hombre de
misa diaria, como su mujer Marta Cascales”, admiten en la Catedral Metropolitana
para reflejar el ferviente catolicismo del más caracterizado de los
funcionarios kirchneristas. Otro hombre de “misa diaria” es el nuevo jefe de
Gabinete Jorge Capitanich, que fue recibido en Roma después de la
asunción papal y lo conoce de sus visitas a Chaco. Coqui es tan católico como
Julián Domínguez, el hombre que disciplinó al bloque de diputados del FpV para
que aceptaran algunos de los cambios a la reforma del Código Civil que
impulsaba la Iglesia.
apareció
y dijo
Algunos
exégetas del campo nacional y popular advierten que Francisco pide desde Roma
la unidad del peronismo. Adjudican la teoría a los antiguos modos del “Jorge
Mario 2005” .
Después de la derrota en el cónclave papal de ese año, Bergoglio volvió a
Buenos Aires, siguió confrontando con el kirchnerismo, y en 2007 se metió de
lleno en la discusión política e ideológica que llevaron adelante todas las
Conferencias Episcopales del continente en el santuario de la ciudad amazónica
de Aparecida, Brasil. Fue la quinta reunión del Consejo Episcopal
Latinoamericano (CELAM). Los quince días de debates fueron volcados en un
documento de 330 páginas, cuya redacción supervisó Bergoglio junto al arzobispo
de Corrientes y secretario general del CELAM, Andrés Stanovnik, un miembro tan
destacado de la orden de los capuchinos como el obispo de Boston, O’Malley.
El
Documento Conclusivo ofrece una extensa síntesis, pero no registra los debates
donde Bergoglio habría mantenido un duro contrapunto con los representantes de la Teología de la Liberación , la
corriente perseguida por Juan Pablo II y Joseph Ratzinger desde Roma. Una de
sus figuras más renombradas, monseñor Arnulfo Romero, fue asesinado el 24 de
marzo de 1980 en El Salvador, por un francotirador de las fuerzas paramilitares
que combatían al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. El papa
Francisco planea canonizar a ambos: en diciembre al polaco que después de haber
contribuido a la caída del comunismo –y ser sindicado como
perseguidor– se erigió en árbitro a los dos lados del muro de Berlín . Y
el año que viene, al salvadoreño perseguido.
Parte
de ese pensamiento ambiguo lo defendió en Aparecida. En sus ocho capítulos y
más de 500 subtítulos, los obispos hablan de la fe, los sacerdotes, las enormes
demostraciones de religiosidad popular a los santos del continente, de los
jóvenes y también de economía y pobreza. El texto, que fue entregado a CFK un
día antes de asumir el mandato en Roma, contiene argumentos contra el
capitalismo salvaje, pero también contra “los populismos”; un intento por
neutralizar ideológicamente a los herederos de la Teología de la Liberación , al mismo
tiempo que un cuestionamiento a la segunda etapa de Hugo Chávez en Venezuela.
El
párrafo 406 inciso C refleja el tono de las discusiones: “trabajar por el bien
común global es promover una justa regulación de la economía, finanzas y
comercio mundial”. También reclama, dos años después del primer canje de deuda
iniciado por Argentina, “proseguir en el desendeudamiento externo, para
favorecer las inversiones en desarrollo y gasto social, prever regulaciones
globales para prevenir y controlar los movimientos especulativos de capitales,
para la promoción de un comercio justo y la disminución de las barreras
proteccionistas de los poderosos, para asegurar precios adecuados de las
materias primas que producen los países empobrecidos y normas justas para
atraer y regular las inversiones y servicios, entre otros”. En esa declaración,
Bergoglio introdujo su cuchara: “en América Latina y El Caribe, igual que en
otras regiones, se ha evolucionado hacia la democracia, aunque haya motivos de
preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas
ideologías que se creían superadas, y que no corresponden con la visión
cristiana del hombre y de la sociedad, como nos enseña la doctrina social de la Iglesia ”.
Bergoglio
volvió a encontrarse con los miembros del CELAM en julio de este año, durante
el último día de las Jornadas de la
Juventud en Río de Janeiro. Los retó por el retraso en la
aplicación del Documento Conclusivo y les advirtió sobre “el reduccionismo
socializante basado en las ciencias sociales, desde el liberalismo hasta la
categorización marxista”. La tercera posición forjada en Aparecida, dice el
rector de la UCA
“Tucho” Fernández, es un dogma de conducción política para el papa jesuita que
se corporizó a fines de noviembre en la Evangelii Gaudium ,
un verdadero programa de gobierno para una Iglesia pródiga en cuadros
envejecidos y escuálida en seminaristas. Se trata del primer documento surgido
de su pluma, porque la encíclica Lumen Fidei fue escrita junto a Ratzinger; una
actualización de su Doctrina Social; una relectura del Concilio Vaticano II,
que Francisco considera aún inexplorado; y la confirmación de un tono
progresista en los discursos pero conservador en sus fundamentos. El pedido de
más alegría y vitalidad para evangelizar va de la mano con la reafirmación
contra el aborto y a favor de un sacerdocio solo para varones. En las críticas
anticapitalistas, que el papa ubica lejos de toda ideología, se lee: “hoy en
muchas partes se reclama mayor seguridad, pero hasta que no se reviertan la
exclusión y la inequidad entre los distintos pueblos será imposible erradicar
la violencia (…) Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la
periferia a una parte de sí misma, no hay programas políticos ni recursos
policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la
tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción
violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y
económico es injusto en su raíz”. “Viendo sus miserias –agrega Bergoglio–,
escuchando sus clamores y conociendo su sufrimiento, nos escandaliza el hecho
de saber que existe alimento suficiente para todos y que el hambre se debe a la
mala distribución de los bienes y de la renta.”
la
vaca atada
Todavía
no cumplió el primer año de mandato y para los influyentes cardenales europeos
sigue siendo un desconocido, un outsider “que vino del Sur”, designado por el
establishment del Vaticano para conducir una tormenta estructural que los
espanta pero que sigue cerrando balances positivos en todas las cuentas.
Entre
los costos más elevados de la
Santa Sede se encuentran los medios propios: Radio Vaticana,
Tipografía Vaticana/L’Osservatore Romano, Librería Editora Vaticana, Centro
Televisivo Vaticano y el Vatican Information Service. Cuatro millones de euros
de pérdida anual. Francisco decidió aprovecharlos ahora con más fuerza para
relanzar la Santa Sede
y ganar tiempo. Luego del viaje a Río y del megaescenario de 40 mil metros
cuadrados en la playa de Copacabana que reunió a tres millones de fieles,
comenzó a administrar los cambios previstos y fue por la cabeza del secretario
de Estado Tarcisio Bertone, acusado de los desmanejos financieros de la última
década. El cardenal de 78 años no se opuso y Bergoglio designó a Pietro Parolín
como su sucesor, hasta ahora nuncio apostólico en Caracas y profundo conocedor
de la situación en Venezuela, uno de los destinos donde el papa no descarta
intervenir si el gobierno de Nicolás Maduro se debilita en los próximos años.
Bergoglio no rebatió las palabras del mandatario cuando dijo que “Chávez desde
el cielo había influido en su elección”, pero a principios de noviembre no dudó
en recibir al líder opositor Henrique Capriles. La Iglesia venezolana tiene
posiciones dispares sobre la revolución bolivariana. Parolín, primero como
funcionario desde Roma y desde 2009 como embajador ante el Palacio de
Miraflores, conoce las diferencias entre el clero y el gobierno bolivariano, y
no olvida las incidencias que tuvieron en el documento de Aparecida. Al
igual que su jefe, cuenta con esa tercera posición para intervenir en la costa
caribeña de América del Sur cuando la Santa Sede lo considere necesario. Bergoglio
conoce los debates del episcopado latinoamericano en primera persona. En 1997 la Conferencia Episcopal
Argentina lo envió a Roma para ser uno de los nueve representantes argentinos
en el encuentro de “Padres Sinodales de la Asamblea Especial
para América”. La cita fue realizada tres meses antes del importante viaje de
Juan Pablo II a Cuba en enero de 1998. Algunas versiones de la Catedral Metropolitana
aseguran que Bergoglio formó parte de esa comitiva. Lo concreto es que después
de la gira coordinó el libro Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro,
publicado en 1998 por Ciudad Argentina, la editorial de su amigo y mecenas
Roberto Dromi, exministro de Obras Públicas del gobierno de Menem. Los
Diálogos contienen casi cien páginas dedicadas a los discursos de Wojtyla y
otras cincuenta redactadas por el propio Bergoglio: “según el análisis de la Iglesia , los motivos por
los cuales Estados Unidos instauró el embargo en 1962 se encuentran totalmente
superados en la actualidad. Frente al desmantelamiento de la URSS , Cuba se encuentra
desarmada en el sentido estricto de la palabra”, decía el obispo auxiliar,
mientras mostraba sus desconfianzas por la “alianza estratégica entre
cristianos y marxistas”: “pareciera que el discurso de Fidel Castro revela una
inclinación a mostrar posiciones de coincidencias entre los mensajes de Juan
Pablo II y las preocupaciones sociales del régimen (…) Habría que desentrañar
si esta actitud posee una intencionalidad propagandística, la necesidad de
obtener un interlocutor válido ante las dificultades económicas que hoy
afectan al pueblo cubano, o una postura de acercamiento, de conciliación,
que la Iglesia
siempre está dispuesta a ofrecer y recibir”. Para el actual papa, las mayores
coincidencias pasan por “la condonación de la deuda externa, creciente en Cuba,
y la condena a las medidas de aislamiento económico impuestas al pueblo
cubano”. Pero también habla de los “errores antropológicos del socialismo” y
acusa al gobierno revolucionario de haber promovido otros credos para limitar
al catolicismo. El cura de Flores escribió ese libro en pleno “período
especial” y en su remate alerta que la visita de Karol Wojtyla fue “para
resguardar al pueblo cubano de los males que podrían afectarlo ante la
implementación de una política permisiva y aperturista hacia otros centros
mundiales de poder económico, donde el más alto valor al alcance del hombre
pareciera ser el de la utilidad”.
El
tono actual de Bergoglio es más profético, quizás: “son muchos los que creen
que los cambios y las reformas pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la
opinión de que hace falta tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y
eficaz. Desconfío de las decisiones tomadas improvisadamente. Desconfío de lo
primero que se me ocurre. Suele ser un error. Hay que esperar, valorar
internamente, tomarse el tiempo necesario” trasmite el jesuita a sus pares,
como si tuviera todo el tiempo del mundo para conducir una crisis que no da
respiro. En Río, contó que se confiesa como todos los creyentes y confirmó que
tiene un confesor. Esa oreja no está en Roma. Atiende en Buenos Aires y cada
vez que el papa llama, le contesta risueño con una pregunta: “¿No te dije que
no ibas a volver?”
(Texto publicado en revista Crisis Nº 17)