Ilumíname la vida
por Helena Pérez Bellas
Hace mil años
cuando murió mi papá estuve sola. No había nadie en la clínica y tuve que
pelear durante horas para que me dejaran verlo. Una cosa es que alguien se
muera y otra cosa es sentarte a ver a alguien morir y esperar en ese pasillo de
tránsito entre la vida y la muerte que se vaya. Escribí de esto mil veces y
escribiré mil más. Hasta encontrarle la vuelta desde el lenguaje. Cuando yo
llegué mi papá ya no hablaba, se había despedido de la capacidad del lenguaje,
del don del habla. Sentada ahí empecé a tener una conversación imaginaria con
él. Ya sé, una locura hablar con quién no te habla. Es hablarle a alguien offline. Pero es increíble cómo intentás
abogar por un milagro. Tenía la mitad de la cabeza rapada por la operación y le
dije: papá parecés un punk; sos punk, papa. Y le tocaba el pelo que era como
una coronita gris, rubia y blanca para acomodárselo mejor. Todos lo que estaban
en esa sala iban a morir lo que no sabés, de verdad no lo sabés, es que vos
también te empezás a morir ahí.
La última vez que
mi papá fue mi papá yo tenía 26 años y empezaba a vivir en mi propia casa.
Siempre que lo llamaba por teléfono se ponía a llorar, se emocionaba mucho. Un
día me dejaron así con total brutalidad y yo lloré. Y haces lo que hacen todos
los enamorados dejados, fumas y caminas, fumas y caminas. Vos ves a la gente
pero no estás en contacto con la gente.
Estaba en Palermo caminando sin razón y vi venir el 34 y me lo tomé. Me
baje en Juan B Justo y San Blas, camine hasta la casa en donde crecí, entré sin
saludar a mi mamá y subí directo a la habitación donde mi papá ya pasaba sus
días postrado para siempre. Y me acuerdo, lo juro, como si fuera hoy, porque es
hoy, que simplemente me abracé a él llorando y lo único que le decía es papá,
papá, me dejó, papá no me quiere, papá yo sí lo quiero, papá me dejó, papá no
me quiere, hace que me quiera. Y largué todo, se hizo un río, moje la almohada,
moje las sábanas, se me nubló la vista y me quedé ahí no sé cuánto tiempo, no
sé cuántas horas, si se que se hizo de noche y él lloró conmigo. Ahora camino,
camino y no tengo a dónde ir.
No tengo lenguaje
cuando se impone el amor. Me antecede, es más primitivo. Me quedé sin lenguaje.
No elaboro discurso cuando quiero. Yo quiero y punto. ¿Por qué lo quiero? No lo
sé. ¿Por qué le aguanto todo? No lo sé. Te quiero, pero me quedé sin lenguaje.
Tengo poesía igual para estallar en la prosa. Es su cuerpo mi amor repartido en
mil estrellas. Son las estrellas la constelación de mi afecto. Cuando se apagan
no tengo cómo volver a mi casa. Estoy perdida y sin lenguaje. Me traga la
noche. Comer, dormir, es para los que funcionan. Iluminame el cielo. Necesito
volver a casa.