Voto Cantado
por Juan Pablo Maccia
Los liberals creen
que es “honesto” que quien opina diga “desde donde” lo hace anunciando su voto.
Pienso volver a votar al Frente para la Victoria (aún si reconozco
que a nivel local votaría a la izquierda independiente).
La historia reciente nos habla de
modo contundente sobre el hecho de que el centro de lo político en la Argentina sigue pasando
por la activación de esa estructura de sentimientos cristiano-popular que sigue
expresándose en el peronismo. Que se active hacia la izquierda, como esta
última década, o hacia la derecha, como en los años 90, es la gran disputa.
Lo demás no existe. O existe sólo
cuando esa estructura se apaga. Esa es la condena del liberalismo puro y de la
izquierda pura: solo pueden influenciar políticamente atacando la formación
sentimental-popular.
El escenario político del presente
no se divide, como muchos creen, entre peronismo y no-peronismo, sino al
interior mismo del peronismo. No creo exagerar si afirmo lo siguiente: si
existe en el país una fuerza capaz de causar una derrota al kirchnerismo esa
fuerza se llama Frente para la Victoria.
No hay otra fuerza con
capacidad de derrotarlo. A diferencia de lo ocurrido en 2009, fue parte de esa
fuerza la que derrotó al kirchnerismo en las PASO de julio.
Esa derrota obedece a una secuencia
paradojal: la muerte de Néstor activó el sentimiento popular al tiempo que
privó al movimiento de su líder estratégico. Esto es: en el momento en que el
kirchnerismo se expandía a través de las fibras sensibles del pueblo y la
juventud, se afectaba de manera notable la política de cuadros (reducida a La
Cámpora ) y de masas (reducida a Unidos y Organizados). Demasiado alto el piso, demasiado bajo el
techo.
El mejor gobierno que uno pueda recordar,
se sustenta en una fuerza en dispersión. La falta de jefe se revela en la falta
del sentido del kariós. Una inercia burocrática sustituyó al
impulso político. El cristinismo se ha convertido en una vertiente pasiva del
kirchnerismo: aquella que se resigna de modo desesperante al vencimiento de
los de los plazos del calendario electoral, 2015
De entre todos los kirchnerismos
posibles (porque kirchneristas “somos todos”) sobresale –por programa y capacidad
de continuidad institucional– el desarrollista de Daniel Scioli. Es decir, la
estructura del PJ. Con ella no se gana, pero sin ella es difícil.
El domingo veremos sin termina, o no,
por despuntar otro kirchnerismo: uno más parecido al de Menem (¿y al propio
Néstor?): el líder populista. Sin partido, sin estructura y sin programa, Massa
se postula como una sorpresa, una fuerza por descubrir (aunque el amarre en el
mundo empresarial parece ser bastante sólido).
¿Massa o Scioli? Nada se resolverá
este domingo, pero habrá que estar atento a los resultados: si Massa da paliza
(arriba de 12 puntos de diferencia) o si con un diferencial menor a los 10
puntos surge un Scioli jefe y orientador del peronismo nacional. Gane quien
gane, se consagra la política pequeña.
¿Quién pierde en estos escenarios?
El kirchnerismo de los “derechos”, es decir, aquel que tras acompañar hechos
con palabras amenaza con quedar pedaleando en la pura verba. Esos somos
nosotros. Quienes hemos bregado por la Gran Política
de la apertura y el desborde.
Curioso el papel de Bergoglio en
todo esto: hace Gran política vaticana y colabora para empequeñecerla a nivel
local.
Mi voto, sin embargo, no es a
perdedor. Le doy un sentido resistente. El de una convocatoria a los kirchneristas
a no entregar lo que hemos logrado y defendido sin luchar.