De la serie: “La guerra por el consumo”: Poema conjetural
Por Diego
Valeriano
Zumban las
balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento, se dispersan
el día y la batalla deforme, la victoria es de los otros. Hay dos killers
enchalecados y fierros por todos lados.
Las doñas no
entienden bien cuál es la pelea y la quiosquera pone los tablones en la ventana
para evitar que las balas se metan. Vencen los bárbaros; los gauchos vencen;
vencen los transas.
Los Rosales
superados en número y actitud se saben perdidos, huyen hacia el fondo de
Zavaleta por arrabales últimos. Como aquel capitán del Purgatorio que, huyendo
a pie y ensangrentando el llano, fue cegado y tumbado por la muerte. La noche
lateral de los pantanos y zanjones acecha y demora.
En estas
guerras, ya lo dijimos, no se toman prisioneros. Facundo está rodeado -las
befas de su muerte, los jinetes, las crines, los caballos- se ciernen sobre
él... Ya el primer golpe, ya el duro hierro que le raja el pecho, el íntimo
cuchillo en la garganta.
Aparecidos
como del humo de la quema, Jorge y Laprida entran a los tiros para rescatarlo.
Las balas salen en todas las direcciones. El momento es de ellos, pero afecta
todo el territorio
Cuando la
bala perdida atravesó su cuerpo descubrimos que Kevin al fin se encontraba con
su destino conurbano. A esta ruinosa tarde lo llevaba el laberinto múltiple de
pasos que sus días tejieron desde un día de la niñez.
En el espejo
de esta noche alcanzo su insospechado rostro eterno.