Davi Kopenawa: La crítica de un chamán al capitalismo



Hace cincuenta años los yanomami fueron dados a conocer en todo el mundo como “los últimos hombres de la Edad de la Piedra” al ser “descubiertos” por la civilización occidental. A principios del siglo XXI, con un panorama catastrófico de la ocupación no-indígena en la Amazonia, una de las críticas más duras y profundas hacía ese modelo de “civilización” vino justamente de la boca de un chamán yanomami. Los primitivos, quién lo diría, somos nosotros.

Desde los años ochenta, Davi Kopenawa figuró como uno de los líderes indígenas más conocidos de la Amazonia. La profundidad y complejidad de sus reflexiones políticas lo levó más lejos. Además de premios de renombre (como el Premio Global 500 de la ONU), hoy su pensamiento es reconocido internacionalmente. Recientemente lanzó en París, Francia, el libro La queda del cielo. Palabras de un chamán yanomami, donde en más de 800 páginas su amigo desde hace más de 30 años, el etnólogo Bruce Albert, plasma sus pensamientos en yanomami.

El pensamiento de Davi es una crítica radical al capitalismo que llega desde los confines de la foresta. Para él, los occidentales, el “pueblo de la mercancía”, están enfermos, dada su incapacidad de escuchar. Y los riesgos de esto no son pocos. Kopenawa sabe bien lo que dice. La carrera por el oro casi llevó su pueblo al exterminio por epidemias y conflictos provocados por las actividades mineras en la década de 1980. Su actuación política en contra de los buscadores de metales y piedras preciosas fue fundamental para la demarcación de la tierra indígena yanomami en 1992, al norte de la Amazonia, en la frontera con Venezuela.

“Vamos lanzar este libro. Vamos ver si los jóvenes abren los oídos”, dice Davi, “si el ‘pueblo de la mercancía’ no quiere que el cielo le caiga encima, necesita ayudar a impedir la muerte de los indígenas. El día que el último indígena muera, será el fin del mundo”. A continuación, la entrevista concedida en Belém, Pará, donde participó en un encuentro internacional de Antropología.

Sobre su miedo al hombre blanco

Yo tenía razón. He crecido y todavía miro al hombre blanco con desconfianza. Ahora estoy aquí en la ciudad, pero yo no conocía el movimiento de una ciudad, con muchos autos, mucha gente, mucho ruido. He crecido y encontré al hombre blanco interesado en nuestras tierras y riquezas, engañando al pueblo indígena. Cuando me volví hombre, a los 20 años, comencé la lucha contra el hombre de la ciudad, el hombre político que no quiere saber de nosotros, no quiere respetar el derecho del pueblo indígena, del pueblo yanomami. He adoptado esta pelea. Hoy estoy defendiendo a mi pueblo, peleando con el político para no dejar a mi pueblo sufrir.

El papel de Davi en esta lucha

Soy un hijo de yanomami que mira y reclama a los políticos. El hombre grande de la ciudad, el gobierno, para mí significa un gigante, un Goliat. Él es un espíritu grande que quiere tomar toda nuestra foresta y destruirla. Quieren acabar con el pueblo indígena de Brasil. Pero he reforzado la lucha y fui enviado para enfrentar al hombre. La fuerza de la naturaleza nos enseñó el camino para que mi pueblo vaya adelante, como se juega el fútbol. Mi lucha es como el fútbol, en ella se reciben muchas embestidas, embestidas de los políticos, es un juego en el que debemos aprender a defendernos. Hace falta mucha valentía para enfrentar al hombre.

Hoy estoy aquí, charlando con antropólogos, con autoridades, para que cambien su pensamiento y para que borren el prejuicio que tienen. Todos tenemos prejuicios, seamos indígenas u hombres blancos. Entonces tienen que escuchar nuestras voces. Nuestro gobierno cuidando el país y ustedes leyendo mi escrito en el papel que mi amigo escribió [Bruce Albert], que yo le pedí que difundiera con los estudiantes, los profesores. Considero que esto es importante para construir una barrera que impida que nos hagan más daño.

Nosotros somos gente, somos seres humanos legítimos de esta tierra. Eso es lo que he aprendido y ahora soy líder del pueblo yanomami, representándolo en Brasil y en el mundo. Actualmente todo el mundo conoce el nombre del pueblo yanomami. Tus hijos, tu hija, seguirán leyendo, escuchando el nombre de los indígenas de Brasil que están luchando. Esa es nuestra lucha para poder vivir. Sin lucha, sin reclamos hay muerte, mucha gente se muere.

De los daños causados por quienes buscan metales preciosos

Esa es una historia muy triste para mí, pero la puedo contar. El auge del tiempo del los buscadores de tesoros fue entre 1985 y 1986, cuando más de 40 mil de ellos invadieron nuestra tierra. La Funai (Fundación Nacional Indígena) se declaró en contra de esta intromisión, pero no hizo ningún esfuerzo para sacarlos rápido. La búsqueda de metales preciosos en la tierra yanomami fue muy dañina, muy fuerte, porque el propio gobierno abrió las puertas para que los saqueadores “trabajaran” e invadieran nuestra tierra. Los buscadores mataron a muchos yanomami y, después de la invasión, llegaron las enfermedades: malaria, tuberculosis, gripe, alcoholismo. Y también la enfermedad del hombre malo que mata la gente, eso pasó, y sufrí demasiado por mi pueblo. Yo soy un sobreviviente, reforzamos la lucha para que no murieran los parientes yanomami en el tiempo de exploración y búsqueda de metales, lo cual contaminó nuestro río con veneno, aceite y gasolina. Mataron peces, destruyeron todo nuestro río.

Las consecuencias de las exploraciones

Aún hoy no han terminado las enfermedades. Porque a la enfermedad nadie la atrapa, a la enfermedad la policía no la puede expulsar. Cuando la enfermedad ya entró, sigue. Yo tuve suerte. Unos y otros líderes dijeron mi nombre a la ONU. El premio Global 500 trajo consigo la oportunidad de que yo pudiera salir. Porque aquí en Brasil yo no lo consigo, no hay gobierno bueno, aquí hay puras promesas. Fue la ONU que me dio el apoyo para que yo saliera de mi país y fuera a otro lugar del mundo a contar la historia del pueblo yanomami, decir lo que el gobierno está haciendo, que está dejando morir a mi pueblo, que los buscadores de tesoros están destruyendo la naturaleza.

El gobierno de Collor resolvió expulsar a los exploradores y demarcar nuestras tierras. Ellos se fueron, pero después regresaron y su presencia ha aumentado. Ésa es nuestra preocupación. Los buscadores de metales preciosos son animales, como el puerco, meten la nariz en el suelo. Son puercos. Y las exploraciones siguen. Entraron de nuevo a nuestras tierras, y siguen allá “trabajando” y ensuciando nuestro río. Eso no ha cambiado.

El “pueblo de la mercancía” ¿sabe que construye un camino oscuro?

Lo que llamas planeta, nosotros lo llamamos Hutomosi, palabra que significa “lo que queda arriba de nosotros”. Ahí está el peligro. Nadie está mirando hacia él, nadie está soñando con lo que va suceder. El mensaje que sale de mi boca es que el cielo sólo va caer cuando no haya más indios, cuando no haya más foresta, más río, más pueblo indígena. Sin chamán, la foresta se acaba y el mundo se va inundar, y va pensar en aquel que le mató: el hombre blanco que mató mi pueblo, mató la foresta, destruyó todo. Sin indio en la tierra, entonces nuestro mundo (lo que llamamos Hutukara) se va a vengar para matar al pueblo de la tierra.

Es eso lo que dije a mi amigo [Bruce Albert] que escribiera en el papel para que el pueblo lo crea. Eso es el mensaje. Si hay indios, chamanes, eso no va a pasar. Nada de eso va acontecer y nosotros todavía vamos vivir. Por esa razón ustedes tienen que pensar y difundir para que otros también piensen y defiendan a nuestra foresta, a nuestro pueblo.
Antiguamente el cielo que está aquí cayó, mató al pueblo. Nosotros somos sobrevivientes de lo humano. Ése es mi trabajo junto con los chamanes, con Pata no dejar que se acabe mi pueblo yanomami, que no muera de enfermedad, gripe, malaria. Entonces estoy aquí platicando con autoridades de la ciudad, para que ellos nos cuiden. Si ellos no nos quieren cuidar y si nos morimos todos nosotros, los indígenas, sin ayuda, entonces yo digo: sin indio, sin la foresta, el mundo se va caer, el mundo se va vengar como ya ha pasado antiguamente.

Salud para que no se extingan los chamanes ni los indígenas

Los chamanes yanomami necesitan apoyo de salud. El gobierno brasileño tiene el deber de cuidar la salud yanomami y no sólo la de ellos, sino la de otros hermanos: tikuna, makuxi, wapixana, waiwai, waimiri-atroari, xavante, kayapó. El gobierno brasileño tiene que cuidar la salud, dar vacunas, medicinas, para que ellos se curen. Tiene que haber salud de calidad para cuidar de mi pueblo, para que no mueran los chamanes que están cuidando nuestro mundo.

Sobre las epidemias

Mi pueblo y yo llamamos a las epidemias de xawara. Xawara es un espíritu malo que transmite enfermedades como la gripe, el sarampión, la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades. Xawara viene de Europa, otros pueblos la traen de otros países. Aquí en Brasil no había xawara, pero hoy sí, porque ellos la trajeron en sus cuerpos, en avión, en navíos. Así llegó xawara para quedarse en las aldeas, en las comunidades. Ella nos ataca, ataca nuestras almas, ataca a nuestros hijos, a nuestras mujeres, ellos se enferman. Xawara significa “caníbal” en portugués.

¿Qué hacer para que el “pueblo de la mercancía” escuche el mensaje?

Es complicado, es difícil. Nosotros ya hablamos mucho, pero ese pueblo quiere destruir todo para hacer mercancías que se quedan bajo la tierra. La mercancía de los blancos significa destruir la naturaleza para sacar riqueza de la tierra: oro, diamantes, piedras preciosas y madera. Eso es el pensamiento del hombre blanco. Ninguna medicina logra que dejen de hacerlo. No hay cura para él. Porque la raíz del pensamiento que los hace querer sacar mercancía de la tierra es profunda. La raíz está en el pensamiento de la autoridad, que no va a parar de pensar. Ella va seguir pensando, sacando cada vez más la riqueza de la tierra. Esos hombres están locos, tienen el pensamiento enfermo. No piensan, no nos escuchan, no leen, no nos creen. Sólo creen en ellos mismos, porque tienen dinero en las manos. Dinero, aviones, carros, navíos, armas pesadas y los ejércitos están con ellos. El hombre blanco no se quiere detener. No se va a detener. Pero yo sigo intentando, platicando para que paren de destruir la naturaleza.

Sobre una posible cura

No hay cura, no hay medicina. Sólo podría haber una cura, si hubiese un cambio, algo así como lavar una olla. El hombre que nos domina, que nos manipula no piensa en nosotros, no piensa en ustedes. Nosotros le decimos, pero él no quiere perder mercancía, no quiere parar de destruir, no quiere dejar de fabricar. Fabrica más para vender más, para negociar más. Creo que eso es difícil de ser cambiado. Tal vez con un gobierno nuevo, un gobierno bueno. Yo no conozco a un jefe en esa tierra, no tengo un buen amigo para gobernar el mundo. Para gobernar y controlar esa fábrica de mercancía: pantalones, carros, productos electrónicos, internet, televisión. Él no se da cuenta, porque es un hombre enfermo. Nosotros intentamos hacer que escuche, pero no escucha. Es un hombre necio, no quiere parar de sacar mercancía. Mercancía para mí significa vaciar la tierra para hacer ladrillo, cemento, madera, oro, diamante; para hacer vidrio, para hacer televisión. Todo eso es material, es mercancía de la tierra. Es un saqueo de la tierra.

Un “nuevo biberón” en el gobierno

Para parar de fabricar, de sacar mercancías, es preciso cambiar el biberón del gobierno, el biberón de todos los gobiernos que han sido electos en el país. Existe un único biberón. Cuando un gobierno sale y viene otro, éste mama en el mismo biberón. El biberón está sucio, el gobierno no quiere cambiarlo. Nosotros yanomami, decimos que hay que cambiar el biberón, hay que cambiar a un gobierno bueno, honesto, que quiera ayudar el pueblo indígena. Hoy la presidente de Brasil está mamando en el mismo biberón que José Sarney mamó, que Collor mamó, que Lula mamó. Nada ha cambiado. Yo pensaba que una presidente mujer iba a usar biberón nuevo y una silla nueva.

Nosotros no podemos cambiar ese biberón. Depende del pueblo, porque el pueblo tiene miedo de reclamar. El pueblo tiene ganas de cambio, pero la autoridad no quiere cambiar, porque quiere el dinero del pueblo, no sabe qué pasaría si hubiese un cambio. Ni Dios lo va cambiar. Así siempre ha funcionado nuestro país, nuestro jefe, nuestra autoridad, seguirán maltratando a nuestro pueblo. No hay empleo, no hay vivienda, no hay comida para los niños, muchos en las calles están comiendo basura. Los niños viven en la favela, el jefe no les da casa. No les da empleo. Uno se queda triste y el otro se queda contento porque tiene buen sueldo, mercancías, comida de primera calidad. Eso es lo que el gobierno come. ¿Y nosotros? Comemos cabeza, oreja, tripa, ésa es nuestra comida. En relación a la mercancía, cambiar la cabeza del hombre es difícil.

La vida política

Sigo viviendo junto a mi pueblo yanomami. No puedo dejar a mi pueblo sufrir solo. Estoy aquí porque soy representante de mi pueblo, portavoz de mi pueblo. No tengo casa para quedarme en la ciudad, mi casa está en la aldea, mis hijos, familia y mujer, están todos allá. Tengo un rincón, una casa en la ciudad, se llama Asociación Hutukara Yanomami. Creamos una asociación en el 2004 para poder estar cerca del gobierno. Si me quedo todo el tiempo en la aldea, no se resuelve nada, no puedo reclamar porque no estoy viendo qué sucede. Si me voy cerca de la ciudad, y pongo mis ojos en los ojos de la Funai, del gobernador, del presidente, puedo reclamar. Por eso me quedo en la ciudad dos meses, después regreso a la aldea. Mi casa está en la aldea, no en la ciudad. No vivo en la ciudad, sólo trabajo. Soy como un guardián de mi pueblo, me quedo vigiando, cerca de la computadora para poder comunicar lo que está pasando a la gente de Sao Paulo, de Brasilia, de Manaus, comunicarme con todo mundo.

Un mensaje para quienes pueden escuchar y cambiar el mundo

Quisiera dejar un mensaje para los niños y los estudiantes que no saben sobre nosotros, que no conocen la foresta, ni la comunidad, ni a mi pueblo; un mensaje para quienes no conocen las costumbres tradicionales, ni a los chamanes o a las curanderas que viven en mi aldea. La gente de la ciudad que estudia, necesita acercarse a nosotros. Necesitamos acercar a nuestros hijos para que hagan amistad, para que se hagan amigos, para que se defiendan y luchen juntos. Ése es mi mensaje para el pueblo de la ciudad. Si les parece buena mi idea, aquí la dejo grabada para que se difunda entre quienes la quieran escuchar: el profesor y la profesora, para que enseñen buenas cosas y se preserve la naturaleza. Y que esto sirva a los pueblos de todo el mundo: Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, México, Europa, Argentina, Japón. Quisiera que el mensaje llegara a otra gente que escuche y tenga voluntad de ayudar. Nuestra lucha es importante para nuestro pueblo y para el pueblo brasileño, no sólo para el pueblo yanomami. Hay que tener indios en esta tierra. El pueblo de la foresta también necesita ayudar al pueblo no-indio. Sabemos que mi piel es diferente, pero somos un único ser humano. No tenemos distinción. La sangre, la piel es diferente, pero el creador del mundo, Omamë, dice que somos todos hermanos, un sólo ser humano. Corre una sola sangre.