Apuntes sobre la Militancia

por Diego Valeriano



Militantes que rebosan solidaridad ante la Catástrofe, activistas aplicados que controlan precios o que viajan cientos de kilómetros para festejar el tiempo ganado; militante que gritan, lloran y le ponen el pecho al Proyecto; militantes organizados y militantes de la vida: cuanto más evidente es que la militancia ya no existe, más se la invoca. Y cuanto más resuena en nuestros oídos, más muestra su inexistencia. La presidenta de los 40 millones no deja de nombrarla cada vez que necesita que el Estado realice alguna tarea específica: ya lo dijo Juan Cabandié, “sin militancia, no hay Estado”.

Hablamos de festejos, hablemos del 25 de Mayo, esa formidable puesta en escena de la inexistencia de la militancia. La Plaza explotaba de gente (¿cuánta gente había? ¿500 mil almas, de las buenas?) Se puso guita, logística y simbología en abundancia. Y no pasó nada de nada. Bellas teatralizaciones, puro fuego de artificio. Un día entero de obviedades y no mucho más. Un feliz domingo de la juventud, para todos y todas.

Para que sea más claro lo que quiero decir, comparemos lo del 25 con el día que murió Néstor: misma lugar, distinto día. Ese 27 por la noche la plaza no estaba para nada llena, se podía ir y venir con bastante comodidad y casi no había banderas. Había dolor, tristeza, pocos militantes y la convicción de que se estaba allí "por si las moscas", sin saber bien para qué. Tal vez se estaba en ese lugar para lo mismo que el 19 y 20 de diciembre. La plaza del 27 fue contundente, imponente y determinante para lo que vendría, para estos últimos años. La del 25, en cambio, se diluyó de inmediato en su esterilidad.

Otro lugar en donde flamea –siempre inexistente- esta palabrita mágica es en las redes sociales, ligada en general a cuestiones de Derechos Humanos. Su día de mayor esplendor fue el de la muerte del viejo choto de Videla. Gran desfile de forros indignados o con algo para decir y compartir entre amig@s y seguidor@s. Murió Videla, 7 “me gusta”. Los dinosaurios van a desaparecer, 15 “me gusta” y 3 veces compartido. Y mejor ni hablar del grupete de mercedinos que sobreactuó la oposición a que los restos de ese siervo de la Iglesia fuesen enterrado en su ciudad. ¿Por qué alguien haría algo así, más que para salir en Página/12? Preciosa combinación de militancia y DDHH: noble y fácil.

Pero cuando pensaba que ya no había más nada que agregar y me disponía a dar una vuelta de página en la historia de la política vernácula, cuando creía que el kirchnerismo era el evidente fin de la historia militante, entro a mi bitácora cotidiana y veo una, qué digo una ¡DOS notas haciéndole bombo a ese mamarracho autodenominado Marea Popular! ¿Lobo Suelto! cerró un acuerdo con ellos? ¿Se sumó ese frente “emancipador” cuyos paladines son el gordo Lozano y esa especie de nieto no reconocido de Rolando Hanglin?

Posta que ni me importa, pero de elegir preferiría que no. Igual, como estaba al pedo me puso a ver el video al que llevaba el link y descubrí, no sin cierto estupor, que son una especie de izquierda descontracturada y silvestre que se sitúa estéticamente entre los troskos y La Cámpora, y que –herederos bastardos del 2001– busca ocupar el escenario militante con colores propios y palabras cuidadas.

Sobre llovido, mojado, pensé: en mi próxima clase en la Universidad Austral voy a usar este video para demostrar, una vez más, la absoluta inexistencia de la militancia.

Desde hace décadas, quizá incluso desde la dictadura, no existe la militancia. Desde hace décadas, los procesos de transformación y cambio los llevan adelante, o bien las víctimas, o bien el mercado con sus condimentos de Estado, mafias, catástrofes naturales, accidentes enormes, precio de la soja, suerte y alguna otra cosita.

Nadie más.

A menos que llamemos “militante” como llamaríamos “músico” al que rasga impiadoso la guitarra o “escritor” al que luce sus pavaditas en algún blog ignoto: solo son cosas para llenar la vida mientras nos vamos muriendo.