Cartografías políticas: Encuentro 4
El peronismo por fuera del paradigma de la hegemonía
Introducción
En la actualidad tiene mucha presencia un modo de explicar el peronismo centrado en el concepto de hegemonía, tomado de la tradición gramsciana. Ese paradigma, que entiende a la política como una serie de operaciones de tipo discursivo, tiene como su máximo exponente a Ernesto Laclau, politólogo y pensador argentino, autor de libros como “La razón Populista” o “Hegemonía y estrategia socialista” (junto con Chantal Mouffe). En los 90, Laclau tomó relevancia en el círculo de intelectuales europeos, cuando se le pregunta por el carácter innovador de su teoría, él dice que todo surge de encontrarse frente a la complejidad del peronismo en su país natal.
Laclau sostiene que el populismo es la imposibilidad de deducir las identidades políticas del anclaje de los grupos sociales en la economía. La política se da entre grupos y fracciones, no entre clases. Esos grupos se organizan en bloques hegemónicos mediante la articulación de demandas heterogéneas. La producción de esa articulación es la producción de una hegemonía populista. A la corriente capaz de leer la autonomización de las subjetividades políticas respecto de la economía, Laclau y Mouffe la llaman “posmarxismo”.
Contra esa posición teórica se posiciona Jon Beasley Murray en el capítulo uno de su libro “Poshegemonía”, dedicado al peronismo. El autor busca entender al peronismo como un fenómeno que tiene su eficacia en el nivel de los afectos. Para avanzar en esa dirección, Beasley Murray se distancia de los conceptos utilizados por Laclau. Dice: “El problema en la teoría de la hegemonía no es tanto que subestime la economía, el problema es que sustituye el estado por la cultura, las instituciones por representaciones ideológicas, el habito por el discurso.”
Hipótesis
Podemos pensar al peronismo como un juego de afectos y de hábitos, sin considerar esencial la dimensión significante/discursiva.
Decimos
- Para Laclau la política en el populismo se produce en la sociedad civil, no en el estado. Desde la articulación de grupos sociales que antagonizan con el poder se genera un líder, que los aglutina. El líder funciona como un vacío de sentido, al que cada grupo asigna un contenido particular, pero, a la vez, da un nuevo sentido –de unidad- a los grupos que enlaza. Las identidades políticas surgen desde abajo pero se instituyen desde arriba.
- Dentro de la teoría de Laclau, el momento de mayor perfección populista de Perón se da durante el exilio, cuando mas desvinculado está de un contenido político concreto y cuando, además, lidera sin ocupar el estado.
- A esta forma de gestación social/civil de una dirigencia política responderían tanto el caso de Perón como el de Kirchner: grupos dispersos excluidos del discurso oficial que encuentran su articulación en un personaje hasta el momento secundario dentro del escenario político.
- ¿Por qué Alfonsín o Menem no serían liderazgos de ese tipo, si a la llegada de cada uno al gobierno la antecedió una situación de conmoción social y propagación de grupos que antagonizaban con el poder establecido? No lo son por la identificación con las instituciones que es común a ambos.
- Para Laclau, la institucionalización es el mayor riesgo para el populismo. Expresa una desconfianza con las instituciones, aun cuando las controle. Su vitalidad está en la capacidad de articular nuevos grupos. Si se aferra a una forma normativa-estatal, adquiere una lógica excluyente.
- Si hoy los caceroleros se consideran “excluidos” del modelo kirchnerista, ¿podemos pensar en la posibilidad de una articulación como la define Laclau? ¿El líder populista del momento sería Jorge Lanata?
- Lo interesante de Lanata es que la pregnancia de su discurso no proviene de su conexión con otros discursos (los caceroleros son prácticamente mudos), sino de su conexión con afectos.
- Beasley Murray dice que el problema de la teoría de la hegemonía es que donde hay afectos ve discursos. No se trata de de ignorar la dimensión significante sino de percibir su vínculo con otras dimensiones que son las determinantes.
- La idea de Beasley Murray sobre el peronismo es que no empieza siendo fenómeno discursivo, sino siendo un fenómeno estatal. El peronismo se genera a partir de la creación de instituciones que producen hábitos: desde la Secretaría de Trabajo y Previsión hasta la Fundación Eva Perón.
- El hábito que un cierto modo de relación con el estado genera en los cuerpos de la clase trabajadora organiza los afectos de modo duradero.
- Dice Beasley Murray que, bajo la máscara de la subversión, los movimientos populistas sólo construyen y consolidan la soberanía. Bajo la máscara de la anti-institucionalidad, fortalecen al estado y la representación.
- El origen del kirchenrismo puede pensarse como una reposición de la vigencia de las relaciones de representación. Unas relaciones estatales-representativas discontinuadas en 2001, que se lograr revivir con el surgimiento de un liderazgo de corte anti-institucional.
- Los hábitos que el peronismo fundó en la década del 40 no son sólo institucionales, sino el rol de perón como figura rectora e identitaria: el primer trabajador; el rol de evita, un amor maternal vertical; el amor al pueblo. Se trata de afectos que constituyen el inconciente político de una sociedad, más allá de las palabras.
- No es el juego de los discursos, las opiniones, las ideologías, las representaciones el que garantiza un “consenso”, sino que un orden se sostiene sobre hábitos que son inconcientes y que, mediante aparatos de gobierno como el peronismo, pasan a quedar ligados a una trascendencia, ligados al estado.
Próxima Reunión
Nos propondremos pensar el neoliberalismo como una política de hábitos y afectos, tomando en particular el caso de Perú, trabajado por Beasley Murray en el segundo capítulo de “Poshegemonía”.
Materiales para la próxima
Capítulo 2 del libro “Poshegemonía”, de Jon Beasley Murray.
Entrevista a Pablo Miguez / Escuchar acá