El consumo libera: seis hipótesis sobre el pasaje del viejo neoliberalismo excluyente al nuevo capitalismo runfla (que lo incluye y supera)
por Diego Valeriano
1.
Durante la primera década de este siglo, y en paralelo con la crisis del
capitalismo europeo, amplias capas de los sectores populares del mundo urbano
(de Argentina y de otros lugares del mundo) viven un ciclo, favorable, de
incorporación al consumo. Se puede pensar este nuevo acceso a la riqueza como
parte de un proceso de liberación (y no, como reza la tradición “crítica”, como
enajenación), a condición de definir con mayor precisión esta idea de “liberación”.
2.
Con el aumento de consumo cambian los modos de sentir y de pensar, los
vínculos, los modos de ser, de amar, de gozar y de morir. Se abren nuevas
posibilidades y declinan los saberes tradicionales sobre cómo gobernar las
poblaciones. Lejos de cualquier recaída en formas clásicas de organización, la
acción colectiva se abre a un nuevo cauce, un tiempo inédito e imprevisible. De
este proceso forman parte, muchas veces más allá de su voluntad, los más
diversos actores, desde los sindicatos, ONG’s y organizaciones de base
hasta vecinos que reclaman justicia y movimientos sociales aliados o no a los
gobiernos.
3.
El viejo neoliberalismo, aquel que producía exclusión social, fue destruido,
antes que nada, desde abajo: esto es vivencia diaria para la inmensa población
de la periferia. Sobre su cadáver se construyó, siempre desde abajo, lo que
venimos llamando capitalismo runfla. Se trata de la fase nueva y
superior del neoliberalismo, de raigambre popular e inclusiva. El estado, en
concordancia con esta fase, despliega una retórica populista y toma medidas
para sostener e intentar guiar este proceso.
4.
Si nos animamos a plantear la liberación es porque el motor de
este capitalismo “runfla” es el consumo de masas. Esto sucede, al menos por el
momento, en buena parte de lo que en otra época era la periferia del
sistema-mundo y en la actualidad conforma el formidable eje sur/sur (o corredor
BRIC). La salud de este tipo de capitalismo depende, queda dicho, del acceso al
consumo, auténtico motor político de estos procesos y de las transformaciones
en curso. Es en este contexto que se pone en juego la posibilidad de la ruptura
de lazos históricos de dependencia sur/norte en varios los planos (nacionales y
regionales).
5.
Este proceso de “liberación” hay que entenderlo de modo siempre relativo y como
parte de un proceso en disputa. Es cierto que el mismo proceso que lleva al
aumento del consumo puede ser interpretado como la base de nuevas dependencias
(de tipo “objetivas”: mercado mundial, sistema financiero y tecnológico; y de
tipo “subjetivas”, patrón de consumo, creciente subordinación del tiempo al
mando ajeno para garantizar el consumo, etc.). Aún así, insistimos en el hecho
de que en estos procesos se fortalece una vitalización de
los pobres desde el consumo (por otro lado, largamente postergado).
Los pobres, sin dejar de serlo (aunque tienden a liberarse, también, de este
modo de categorizar de esa categoría) aprenden a explotar, en su beneficio, las
jerarquías sociales. Y lo hacen, sobre todo, mediante la táctica de la
transfiguración continua de los territorios hasta volverlos incomprensibles,
inabarcables, irracionalizables. E Ingobernables (al menos, para los viejos
saberes del arte de gobernar).
6.
Esta fuerza que no se va a detener, esta “vitalidad de los pobres”, es
confrontada desde múltiples ángulos: las estadísticas, la solidaridad, la
reciclada “pobreza” franciscana (¿no es el énfasis en el “amor” cristiano un
intento por reconducir lo que este proceso tiene de liberación?). Las batallas
de este proceso de liberación son cotidianas y feroces. La confrontación
crónica de los pobres con el aparato represivo estatal (y privado) va en aumento
y por lo que se avizora no va a haber tregua alguna. En todo
caso, el capitalismo “runfla” es inseparable de una generalización de
micro-guerrillas urbanas, micro-políticas de la vida.