A un año del 15M:

El 99% no cabe en las plazas 
(apuntes 12-15M)

Por Amadro Fernández-Savater


La manifestación. Masiva, diversa, creativa. Gozo de la potencia de ser muchos y de interrumpir la normalidad de la ciudad. Un acto de valentía (individual y colectivo) frente a la estrategia del miedo que asocia constantemente la protesta con imágenes de despliegues policiales de ciencia-ficción, represión, detenidos, humillaciones. De nuevo lo que alguien llamó “democracia semiótica”: cada cual lleva algo a la manifestación, no se limita a ir en blanco esperando a que se lo den todo hecho (bandera, consigna, pancarta). El 99% en movimiento. No en el sentido cuantitativo o literal, sino en el de la apertura a cualquiera y el rechazo a la exclusión (sólo incluir a los que pasen el filtro de tal o cual criterio identitario o ideológico). Un año después, el nombre 15M sigue interpelando a muchos y distintos: no se ha conseguido encajonarlo en una posición (extrema izquierda, anti-sistema, etc.).


Repetición. “Nos pesa la plaza”, me dice Patri. Llevo tres días pensando esta sensación compartida: nos alegra el reencuentro, pero también circula el desasosiego y la pregunta “¿y ahora qué?” La plaza nos pesa cuando se impone como modelo a repetir. Entonces nos medimos y comparamos con el año pasado y el efecto es de frustración: “ya no somos lo que éramos”. Menos gente, menos electricidad, menos innovación, menos interrupción de la normalidad y el estado de cosas. Aferrados a una imagen mítica de potencia, nos volvemos incapaces de trabajar partiendo de lo que hay (y no de lo que debiera haber o quisiéramos que hubiera).

Saltamontes. Pepe nos cuenta: “a una amiga le asustan los saltamontes porque dice que no sabe cuándo van a saltar. Somos el saltamontes”. El saltamontes no salta cuando queremos que salte, sino cuando lo necesita.

Re-evolución. Sara escribe: “Alzo mi voz, sí, grito, protesto, me quedo, no tengo miedo. Creo en una vida diferente. Pero todo eso ya lo he ganado. Ahora tengo que dar otro paso. Ahora tenemos que seguir caminando. Hay que hacer la revolución dentro de la revolución. Esa es la única forma de evolucionar. Tenemos que pensar, tenemos que seguir pensando”.

El clima y la organización. El clima 15M -toda la gente que se siente parte del 15-M pero no participa en la organización 15M de comisiones y asambleas- no tenía mucho que hacer en la plaza. Yo el primero. Deambulamos. Álvaro lleva tres días con el megáfono metido en la mochila: es la peor señal. El año pasado había un gran vacío y hubo que inventarlo todo: metodologías, lenguajes, organización. El campamento requería y activaba todos los saberes. Cada cual encontraba o inventaba muy fácilmente la manera de aportar desde lo que sabía y quería. Este año no hay vacío, sino un simulacro de “lleno” (la organización 15-M). Muchos nos convertimos en espectadores de lo que otros hacen. Miramos el 15-M. No sabemos ni nos atrevemos a desbordar. Desbordar el 15-M como un traje ya hecho.

Traje o yo-traje. Guillermo explicaba antes del 12-15M: “La frase ‘Somos el 99%’ tiene, para mí, un sentido muy claro. No es suficiente. No somos suficientes. ¿Cómo hacemos para ser todos? ¿Cómo hacemos para estar todos? La idea del movimiento terminado es claramente insuficiente para abordar este problema. Si la respuesta del movimiento es ’99%, éste es el traje que debes ponerte, apáñate como puedas’, tendremos un problema”.

El día de la marmota. Álvaro escribe: “La energía permanece, intacta en intensidad, variable en direcciones. Nosotros también. Quizás creímos que lo nuestro eran las reglas del primer juego que inventamos y que se llamaban asamblea, grupo de trabajo, etc. Los niños cambian de juego y de reglas cada vez que se sientan, alguien debería recordárnoslo. Las reglas no son el juego ni el signo. El signo somos nosotros, un nosotros sin contorno, una frecuencia que sintonizar. Probablemente aún no estamos sabiendo nombrarnos. ¿Jugamos?”

Menos asambleas y más laboratorios.

Salir de Hobbiton. El cartel que convoca a la acción #occupymordor de ocupación de las oficinas de La Caixa en Barcelona dice: “el 99% no cabe en la plaza”.

Amar el amor. Fidelidad no es seguir ni continuar, sino recrear, inventar, traducir. Incluso “traicionando” las formas antiguas: “traductor, traidor”. ¡Qué difícil es traicionarse! Nos enamoramos demasiado de nosotros mismos. El amor al 15-M no puede ser amor a las palabras, los gestos, los lugares o las personas del 15-M, sino amor a una posibilidad abierta el 15 de mayo pasado: reinventar la vida, el mundo y qué significa luchar hoy. Con cualquiera que quiera hacerlo, de cualquier modo que valga y en cualquier sitio oportuno.

No qué hacer, sino cómo hacer. Leo escribe esto en su muro de Facebook: “Si alguien hace el esfuerzo de acudir a una plaza ocupada, si deja a sus niños a cargo de alguien, si se escapa del curro o para de buscar curro por un rato, ya sabe porqué lo está haciendo, no hace falta que nadie se lo explique. Basta de discursos públicos acerca de lo mal que está todo y lo bien que podría llegar a estar. Lo que necesitamos ahora, después de un año de lucha, no es más información (eso lo encontramos a diario a aquí, en los muros de Facebook y en Twitter), lo que necesitamos es parar los rescates bancarios y los recortes sociales. Dejar de ser mercancías de banqueros y políticos. Y lo necesitamos con urgencia. ¡Que sólo tome la palabra en la plaza aquél o aquella que tenga algo que proponer! La gente acudimos a las plazas porque estamos indignados y queremos hacer cosas contra la crisis. Queremos involucrarnos en acciones que paren esta locura, modos de intervención concretos que puedan modificar el rumbo de los acontecimientos. También queremos enterarnos de nuevas convocatorias y cosas por el estilo. Todo lo que no responda a esta necesidad, significa restar potencia. Freno. Y las cosas no están como para frenar”.

Sin modelo. Marga dice: “hay que aprender a experimentar sin modelo”. Y pone el ejemplo de la acción en Bankia, donde había varios modos de incluirse: los que iban a cerrar la cuenta, los que iban a amenazar con cerrarla si el banco no modifica su política con las personas desahuciadas, los que iban a apoyar. No un modelo único, sino varias vías de implicación. Acciones seguramente contradictorias desde el punto de vista de la pureza, pero más inclusivas. Pensando en el 99% y no sólo en “estos” o “aquellos” (los anticapitalistas, etc.). Lo que Santi llama “una política paradójica”. Estrategia doble o triple: denuncia y construcción, resistencia y creación, objetivos comunes y dispersión. Asumir nuestra ambivalencia: queremos que todo se hunda y al mismo tiempo no lo queremos en absoluto. Asumir las contradicciones, los cansancios, las dudas y los miedos. Una política que se haga cargo de la vida. Una política no (sólo) militante.

Estrategia. Más de Marga: “tenemos que aprender a habitar un movimiento gobernado por la incertidumbre”. El capitalismo improvisa, nosotros también. Es lo que hay. Pero hemos heredado imágenes de estrategia propias de un tiempo de estabilidad: evaluación de la relación de fuerzas, cálculo medios-fines, elaboración de una continuidad de las operaciones, valor central de la acumulación. Esa racionalidad económico-guerrera entra en bancarrota en tiempos de inestabilidad y dispersión. Aprender a habitar un movimiento de incertidumbre significa abandonar el fantasma del control y el Plan Maestro. Aprender a aportar lo que podamos (saberes, infraestructuras, herramientas) a un espacio indeterminado sin pretender dominar los usos y efectos. Proponer sin pretender dirigir. Que se abran mil flores y no sólo una.

Seguimos sin saber muy bien qué es una victoria.