Pasado on-line vs. Futuro off-line
por
Juan Marcos
Con tanta red social disponible (Facebook,
Myspace, Twitter, Flickr y digamos… Pluplr) los genios de RRHH buscan instalar
una nueva e ingeniosa metología de evaluación de personal ideal para joderle la
vida a la gente que busca trabajo en el marco de un mercado laboral cada vez
más competitivo. Ahora resulta que lo primero que recomiendan a los empleadores
antes de contratar a un individuo/candidato es chequear su Facebook. Así, tu
futuro empleador puede ver cómo te pusiste en pedo el fin de semana pasado y
bailaste el hula-hula con la corbata en la cabeza arriba del parlante de la
fiesta de quince de tu prima Caro.
El problema está claro: tu pasado
“on-line” puede destruir tu futuro “off-line”. O sea, cuidado con lo que
subís al Facebook; ahora ya sabés que eso puede comprometer tu futuro
profesional. En otras palabras, lo que subís te puede enterrar.
Lamentablemente, ni siquiera ser cuidadoso con las fotos que uno mismo uplodea sería suficiente…
La primera
estrategia para burlar el arma de doble filo que -cual mono con navaja-
detenta Facebook consiste en mantenerse al margen de toda las redes sociales
existentes en la actualidad. Aunque esto es un poco complicado, es el precio
para garantizar tu futuro –aún cuando seas el único h.d.p. que no se acuerda de
saludar a la prima del mejor amigo del tío del nuevo sobrino del ahijado del
hermano de tu novia en el día de su cumpleaños-. ¡Yasta! Problema resuelto. O
no tanto, ya que hay que recordar que el Facebook también permite que “otra”
gente suba fotos tuyas. El tema es que nadie cree que sean tagueables las fotos en las que se te ve como un buen samaritano
(ayudando a cruzar la calle a una vieja). Al contrario, el morbo y la gastada general
invita a que nos expongan en esas situaciones poco felices (mejor dicho,
muy felices pero poco convenientes para una primera impresión de tu empleador).
Con esto en mente, la segunda estrategia sería no drogarse, no tomar alcohol y no
descontrolarse en ninguna situación posible. En síntesis, no hacer ninguna de
esas cosas que te ayudan a descomprimir una semana de mierda. Lamentablemente
para mí, esa tarea es imposible. Por eso me veo obligado a proponer para todos
los que están en mi misma situación la estrategia
número tres: cambiar de nombre. Si logramos hacer lobby para que aprueben
una ley que permita el cambio voluntario e injustificado de
nombre a partir de los dieciocho años nuestros problemas estarían resuelto
(siempre quise llamarme Aurelio). ¡Nuevo nombre, nueva identidad!
Peeeero…Walter, mi amigo nerd, me explico que esto no sería
suficiente porque probablemente Google inventará un sistema que permita reconocer
a las personas de una foto a partir de una tipología de rasgos faciales. Así, nuestros
empleadores podrían fácilmente hacer un chequeo en todas las fotos que
estén en la web para ver en qué
andamos. Esto implicaría que nuestro pasado es rastreable, independientemente
de nuestro nombre (lo bueno es que no aparecerían aquellas fotos en la que tu
cara está completamente transformada por el efecto de sustancias exógenas).
Habrá que planear una cuarta estrategia… Es simple: ¡hay que hacerse una cirugía plástica!
Cambiamos nuestro rostro como en la peli esa de Nicolas Cage y el de “Grease”
-Contracara- y ya no nos pueden rastrear. Si nuestra apariencia es diferente,
no habría aplicación o software alguno que pudiera reconocernos. ¡Nueva cara,
nueva vida! Lamentablemente, una vez más ni siquiera eso sería suficiente ya
que leí que mi cuenta Gmail podría
localizar todos los contactos a los que alguna vez les mandé un e-mail y
entonces crear un algoritmo secuencial (o algo así) que permita reconstruir nuestra
red de contactos. Nombre y cara nuevos quedarían eclipsados por nuestra identidad
original –“el pasado te condena” suena cada vez más verídico-.
No hay alternativas. Por más que duela la quinta estrategia parece evidente: hay
que dejar atrás a todas las personas que alguna vez conocimos. Olvidarse
de los amigos del secundario, de mamá y papá, de los tíos, los abuelos,
los amigos de mis amigos y hasta de nuestras mascotas. Adiós a todos nuestros
recuerdos y fotos de infancia. Adiós a nuestros compañeros del laburo
(bueno, esos no importan tanto, después de todo estamos buscando trabajo). ¡Sin
pasado, nueva identidad! No. Esto tampoco sería suficiente: todas las búsquedas
que alguna vez realizamos quedan registradas en el IP de cada máquina
(si, eso incluye la pornografía). Entonces, mediante un simple registro de
búsqueda de criterios seleccionados podría confeccionarse una metodología
que permitiera establecer quién es el emisor de cada búsqueda on-line.
A los pocos días, podrían corroborar que uno esconde intereses virtuales, cosa
que no es cierto (yo nunca visite sexyono.com). Lo jodido es que lo que
buscamos en Internet define quienes somos. La única salida sería renovar
todos nuestros intereses de forma tan radical que nunca volvamos a buscar
lo mismo (adiós a la pornografía).
¡Ahora sí! Nos hemos convertido en
solitarios ascetas sin nombre, desfigurados, sin pasado, sin identidad y
sin apetitos e intereses de ningún tipo (ni siquiera sexuales).
¡Candidatos perfectos para trabajar en el Banco Francés! Por supuesto que alguien
podría sugerir que sería mucho más sencillo pedirle a estos monopolios
mediáticos que dejen de publicar nuestra vida privada al mejor postor. Pero eso
sería pedirles que sean algo que no son, y eso no es justo.
¡Gracias Colbert!