En defensa de Hebe

Compañeras, compañeros de Carta Abierta,

como bien saben, me encuentro lejos y en extremo ocupado con la tarea que nos ha sido encomendada en la Feria de Frankfurt (al lector desprevenido, desde C.A. organizamos un seminario de lectura y discusión de Un paso adelante, dos pasos atrás, del inmenso Vladimiro Lenin como minúsculo aportar a la Revolución Latinoamericana en curso). Así y todo no puedo dejar de emplear unos minutos en trazar estas líneas que, al tiempo que abrazan y se solidarizan con la compañera Hebe, intentan —no digamos “denunciar” que suena soberbio y algo buchón— pero al menos no dejar pasar alegremente esta (nueva) muestra de debilidad de nuestro compañero (un compañero dirigente, un compañero del Buró; un compañero de los más formados y con mayor influencia sobre las masas), quizá más que compañero, Comandante (si creemos, como creemos, que nuestro actual núcleo intelectual, cual foco armado en otros tiempos, está llevando a cabo la indispensable tarea de enfrentar con las armas de la razón al pensamiento dominante)… Decía, entonces, esta muestra de debilidad de pensamiento y de espíritu del compañero Ricardo Forster que ha salido a “despegarse” y pedir que “el gobierno se despegue” (sí, esa es la imagen que usa: despegarse, no quedar pegado) de los dichos de Hebe de Bonafini sobre la Suprema Corte de Justicia porque le pareció éste un discurso “poco feliz” (pero, ¿quién le habrá dicho a nuestro bermejo amigo, compañeros, que los discursos tienen que ser felices, que los intelectuales y los militantes debemos decir cosas alegres,  encantadoras? Quizá sea esa la tarea de una conductora de televisión o de una partera o de un botón de un hotel cinco estrellas, pero no la de Carta Abierta, ni la de Forster, ni la de Hebe). “Poco feliz y extemporáneo” (¡pero no, compañero, cómo va a decir que esta muestra de la más sana crispación kirchernista  es extemporánea o inoportuna o impropia! ¡Esto es la política, la P-O-L-I-T-I-C-A, amigo, no una partida de chinchón! ¡Y es Hebe de Bonafini no Valeria Masa, alma plebeya e incontrolable por definición, la más expresión nítida de la resistencia popular desde hace más de treinta años! ¿Qué esperabas, Ricardo? ¿Qué por kirchnerista vaya a comer con Mirtha Legrand? ¿Qué se saque el pañuelo y los ruleros y vaya a la peluquería? ¿La querés tranquila y civilizada? ¿Domesticada?


Con estas expresiones no ayuda a defender lo que hay que defender que es la palabra y la libertad de prensa. ¿Vos te escuchas, Ricardo, cuando hablás? ¿“Defender la palabra”? Qué lo diga el Subcomandante Marcos en relación a un tzotzil, vaya y pase, pero que los digas vos en relación a la Corte Suprema no es fácil de sobrellevar. ¿“Defender la libertad de prensa”? En boca de Clarín, ponele; que lo afirme Víctor Hugo o Magdalena, y buee…, pero que lo diga usted, camarada, es de una candidez intelectual más propia de un colegiala que de un pensador de su envergadura.

“La República es más democracia y más igualdad no solo en la distribución de la riqueza; estos excesos no ayudan a la República". “Democracia”. “República”. “Excesos” ¿Qué es lo que ayuda a la República, Ricardo? ¿Los ciudadanos civilizados como usted? ¿Un hombre justo, maduro, comedido, centrado? ¿El tipo que labura y paga los impuestos? ¿El lector promedio de Clarín? ¿Esa figura triste “sin fuego adentro”, como dice un amigo catalán? Sí, esos tipos, (y el gran diario argentino lo sabe, y por eso mantuvo este tema en primera plana, con el amplio abanico de repudios y despegues, todo lo que pudo), estos tipos abominan los excesos; estos tipos condenan todo tipo de violencia. Pero fundar una política, Ricardo, para esos tipos, para nuestros vecinos, digamos, una política cuyo sujeto sean los buenos ciudadanos, ¡es más bien el problema, no la solución!

Incluso, ¿no será al revés? ¿No será que lo que ayuda a la República, —que por momentos sospecho que confundís lícitamente con el kirchernismo—, digamos, lo que le ayuda al kirchnerismo (lo que le ayuda a radicalizar su propio proyecto transformador, no a conseguir más votos, entendámonos) no será este tipo de actitud que empuja el límite siempre un poquito más allá y no la actitud temerosa, más o menos timorata que suele caracterizar a los civilizados intelectuales? Entendés, Ricardo, que de este modo plegás al kirchnerismo sobre su peor cara, la que por agradar a vecinos o a los mercados prefiere quedarse en el molde, la que funciona estabilizando y no abriendo e imaginando nuevas posibilidades.

"A veces me parece que Hebe se deja llevar por una suerte de construcción imaginaria”, decís, Ricardo, finalmente, y no puedo dejar de pensar que lo que hay detrás de tu actitud posibilista, calculadora; lo que funciona como fundamento de tu rol de intelectual testeador de lo que es digerible o no para estómago de la clase media argentina es, justamente, una carencia de imaginación. Y ser un intelectual oficialista y sin imaginación, sabelo, Ricardo, es un triste destino.

Fraternalmente,
Horacio Tintorelli