El mal inglés // Franco Berardi "Bifo"
Traducción: Ezequiel Gatto y Emilio
Sadier
No creía en el Brexit, pensaba que solo un pueblo de borrachos podría decidir una
catástrofe autodestructiva de este tipo. Me olvidaba de que los ingleses son,
de hecho, un pueblo de borrachos. Bromeo, naturalmente, ya que no creo en la existencia de los
pueblos. Pero creo en la
lucha de clases, y la
decisión de los trabajadores ingleses de hundir definitivamente la Unión
Europea es un acto de
desesperación que sigue a la
violencia del ataque financiero que hace años empobrece a los trabajadores de
todo el continente y de esa isla del carajo.
Desgraciadamente los trabajadores ingleses que votaron masivamente
por Brexit han cometido un error colosal, como suele sucederles a quienes,
debido al empobrecimiento material y psíquico, han perdido el bien del
intelecto. Es cierto que la Unión europea se ha vuelto en nuestro tiempo un
monstruo neoliberal pero el origen de la demecia neoliberal, que ha destruido a
Europa y que arrasa el mundo entero desde hace cuarenta años estuvo en el país
de Margaret Thatcher. No es Inglaterra
quien debe salir de la Unión Europea sino la Unión europea la que debería salir
de Inglaterra. Lamentablemente, ya es tarde para hacerlo, porque la Unión
europea, luego de haber contraído el mal inglés, está actualmente reducida a
ser un dispositivo de empobrecimiento de la sociedad, precarización del trabajo
y concentración del poder en las manos del sistema bancario. Gran parte de las
motivaciones que han llevado a los trabajadores ingleses a votar por Brexit son
comprensibles.
Pero el problema
no está en las razones, el problema está en las consecuencias. La UE hace
tiempo que no existe, al menos desde julio de 2015, cuando Syriza fue humillada
y el pueblo griego fue definitivamente sometido. ¿Necesitamos quizás una Europa más
política, como repiten ritualmente las izquierdas al servicio de los bancos?
Hace años que creemos en el cuento de hadas de una Europa que debe volverse más
política y más democrática. También nosotros hemos creído en él, lamento
decirlo, pero jamás ha sido una posibilidad real. La UE es una trampa
financiera desde Maastricht.
Un artículo de Paolo Rumiz (“Come i Balcani”) publicado el pasado
23 en La Reppubblica dice algo que desde hace algún tiempo
me parecía claro: el futuro de Europa es la Yugoslavia de 1992. Rumiz lo dice
bien, solo que olvida el rol que el Deutsche Bank tuvo en el empujón que se le
dio a los yugoslavos hacia la guerra civil (algo para lo que Wojtila también
hizo su parte).
Ahora creo que debemos decirlo sin eufemismos: el futuro de
Europa es la guerra. Su presente es la guerra contra los migrantes que ya ha costado decenas de miles de
muertos y una cantidad incalculable de violencia. Quizás suene un poco antiguo,
pero al menos para mí sigue siendo cierto que el
capitalismo trae la guerra como
la nube trae la tempestad.
¿Qué se hace en estos casos? ¿Se detiene la guerra imponiendo los
intereses de la sociedad sobre los de las finanzas? Naturalmente que sí, cuando
esto es posible. Pero hoy
detener la guerra no es posible porque
la guerra ya está en marcha, aunque hasta
el momento los muertos sean decenas de miles de migrantes en un Mediterráneo en el que el agua
salada ha sustituido al Zyklon
B.
Los movimientos han sido destruidos uno tras otro. ¿Entonces?
Entonces se pasa a la otra parte del adagio leniniano (señalo a quien le quede
alguna duda que nunca he sido leninista y no pretendo ahora convertirme en
uno). Se transforma la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria.
¿Qué quiere decir esto? No lo sé, y nadie puede hoy saberlo. Pero
en los próximos años creo que vamos a tener que pensar únicamente en esto. No
en cómo salvar la UE, que se la lleve el diablo. No en cómo salvar la democracia
que jamás ha existido. Sino en cómo transformar la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria. Pacífica y sin armas, si es
posible. Guerra de los saberes autónomos contra el control y la privatización.
En conclusión, no llevo luto porque los ingleses se van. Llevé
luto cuando los griegos han sido obligados a permanecer bajo las condiciones
que se le han impuesto (¿y ahora qué será de ellos?). Cien años después de
Octubre, creo que nuestra tarea es preguntarnos ¿qué quiere decir Octubre en la
era de Internet, del trabajo cognitivo y precario? El precipicio que tenemos
por delante es el lugar en el que tenemos que pensar en esto.