Volver la mirada // Pedro Yagüe y Joaquín Sticotti

(Editorial de Nuevos Trapos // www.nuevostrapos.com.ar)

El ballotage de noviembre nos arrancó por un instante de la inercia en la que estábamos. Nos despertamos en el medio de la noche, sin recordar bien cuándo nos habíamos dormido y obligados a escribir todo antes de que las imágenes volvieran a perderse. Fueron muchos años que estuvimos mirando hacia arriba sin ver lo que nos pasaba a nosotros, sin ver la forma en la que estábamos viviendo. La televisión y las redes sociales nos sirvieron para no mirarnos hacia adentro, para no ver lo que pasaba en los barrios, en las calles. Por debajo de las discusiones mediáticas se movió una realidad social mucho más oscura y compleja, difícil de aprehender.

Poco duró, sin embargo, ese despertar. Otra inercia, aunque distinta, pareciera poner hoy nuevamente bajo la alfombra a ese viejo intento vital que solía llamarse pensamiento crítico. Proyección, negación, racionalización, regresión: estos parecieran ser los mecanismos de defensa del sistema político; mecanismos que impiden poner el propio cuerpo en juego y hacer resonar la experiencia política en la realidad cotidiana. La tentación de la década kirchnerista vuelve a aparecer: violencia retórica autocomplaciente, plaga de lugares comunes sin más interlocutor que uno mismo: discutir la política tal como la encontramos en los medios de comunicación sin sumergirnos en esa interrogación profunda que nos presenta la materialidad del territorio.
El predominio de la polémica sin crítica fue una marca distintiva de estos años. Todos fuimos, a pesar nuestro, Intratables. Y fue bajo esta modalidad, en gran medida, que se produjo el tan festejado retorno de la política. Con la agonía de nuestros debates se fueron deteriorando también nuestras categorías. Esas con las que intentamos durante estos largos años pensar el presente. Los conceptos cuando no se encuentran animados por la materialidad histórica traen consigo el problema del agua estancada: se pudren. Y cuando este proceso comienza no sirve ya agitarlos con la esperanza de que dejen de emanar olor a muerte. Deben renovarse.
Este estado crítico del pensamiento tiene su contracara sensible: una indolencia cada vez más grande entre nosotros. Una indiferencia creciente frente al sufrimiento del otro. Y sin otro, sin sentir su dolor en el propio cuerpo, no habrá nunca pensamiento político. No sabe el que quiere saber sino el que se atrevió a sentir el sufrimiento ajeno como propio. Cuando el otro –y su sentir– es borrado en uno, queda solamente una cosa: la angustia de la propia muerte. Nada más. El cuerpo como lugar de coherencia, como índice necesario para animar la realidad vivida, es hoy adormecido para poder seguir sin sentir nada. La debilidad de nuestras categorías es la contracara de la pobreza de nuestro sentir.
Estamos tironeados por fuerzas ambiguas. Por una mezcla de sensaciones que no terminamos de entender. Hay, sin embargo, un saber que compartimos: no será posible estar a la altura del presente sin comprender lo que nos llevó a esta situación; sin pensar aquello que todavía opera como su fundamento. Es por eso que nos resulta inevitable volver una vez más a la pregunta por el neoliberalismo. Volver a pensar las vías ortodoxas y heterodoxas por las que se desarrolló durante estos largos años. Pero no de la forma en la que el neoliberalismo nos invita a discutirlo: Estado sí, Estado no; inclusión sí, inclusión no. Cierto es que no podemos mirar el presente desde un lugar que no sea el de un Estado gobernado por los más fundamentalistas neoliberales. Pero sí es posible no enceguecernos con esta dimensión sobreanalizada e inclinar la cabeza hacia la sociedad, ¿en qué condiciones llegamos hasta acá? ¿cómo vivimos hasta ahora? Éste será el único modo de dar cuenta de las posibles alteraciones (y continuidades) que el nuevo gobierno pueda producir.
Fueron estos los problemas que nos llevaron a pensar este segundo número deNuevos Trapos. Quisimos entender aquellos gestos, mentalidades y afectos que funcionaron como fondo de eso que solemos llamar la vida cotidiana. Intentar reflexionar sobre nuestros modos de vida es una forma de mirar el presente desde una perspectiva anticoyunturalista. Siempre desde la coyuntura, pero buscando ir más allá de lo que ella nos sugiere. Hay una vida sindical, una vida universitaria, una vida artística y una vida narco. Pero más allá de esas particularidades hay un modo de vida neoliberal que atraviesa a las instituciones, a los gobiernos y al Estado. Esta mentalidad, pensamos, tiene una característica principal: la producción activa de la competencia como lógica de gestión del bienestar de cada uno.
Elegimos el ensayo. Esa escritura por tanteos que nos permite pensar sin otro sustento que nuestras intuiciones y vivencias. Los cientistas sociales y los analistas políticos hacen como el calamar: derraman tinta para protegerse de lo que tienen alrededor. Por eso es que, en medio de este mar de tinta, alargamos la mano para tantear lo que no terminamos de ver pero intuimos que está ahí. Así es que nos propusimos acercarnos al neoliberalismo como un modo de vida. Elegimos indagar los rastros sedimentados en nosotros durante estos largos años de capitalismo. Incluso aquello que muchas veces nombramos como anti-neoliberal.
Comenzamos este número con tres preguntas al Colectivo Juguetes Perdidos, quienes desde hace un tiempo vienen preguntándose por los nuevos modos de vida que se están dando en los barrios. Es en este contexto que se inscriben las postales de la vida narco que desde Rosario nos envía Carlos Del Frade. El número continúa con la problematización de Martín Gendler en torno a las nuevas formas de politización que constituyeron las redes sociales y con las reflexiones de Silvio Lang sobre el consenso del arte. Más allá del macrismo y del antimacrismo se inscribe el artículo de Martín Millonschik con su pregunta por la novedad del discurso de la nueva derecha representada por el PRO y el de Joaquín Sticotti sobre volver a pensar sin estado. Cerramos este segundo número de Nuevos Trapos con el artículo de Napoli y Pennisi y su Finale que expresa con lucidez y claridad el desafío que nos propusimos desplegar en este número: “No sabemos qué cumbia nos espera, ni siquiera supimos bailar la que pasó. Revisamos lo recién escrito y encontramos excesiva confianza en “el punto de vista de la lucha”… Una confianza todavía, en algún punto, moral. (…) Tal vez, algunos cachetazos más adelante, logremos reavivar la pluma -que es lo que por ahora nos salva de la normalidad apestosa- para nombrar lo que hoy no podemos”.

Índice

Editorial: Volver la mirada.
POR PEDRO YAGÜE Y JOAQUÍN STICOTTI

Tres preguntas al Colectivo Juguetes Perdidos
POR NUEVOS TRAPOS

Postales de la vida narco en la ex ciudad obrera
POR CARLOS DEL FRADE

Redes sociales y politización
POR MARTÍN GENDLER

El consenso del arte
POR SILVIO LANG

La disputa por definir el problema
POR MARTÍN MILLONSCHIK

Pensar sin estado
POR JOAQUÍN STICOTTI

De este lado del mostrador. Mitos iniciales del gobierno PRO y bienvenida a los nuevos ignorantes.
POR BRUNO NAPOLI Y ARIEL PENNISI