Ni tan mamertos, ni tan caretas. // Diego Valeriano
La apelación al runflerio siempre es peligrosa. Tiene algo de
amenazante, de traición, de que te re cabió. Las vidas runflas son
excesivamente desprolijas, desordenadas, violentas y conflictivas; diría
subversivas pero siempre es un exceso. Son enemigos de todos,
transan con todos, no son nobles.
Todo lo runfla sugiere. Todas las runflas construyen miedos. La
capacidad transformadora está en la necesidad permanente de consumo, fiesta y
conflicto. Para esta triada runfla es necesaria siempre una acción desmedida.
Una ocupación corporal y violenta de la ciudad.
Es informe, incomodo, bardero, transa, promiscuo. Es una imagen
permanente de que las cosas, en cualquier momento, se van a la mierda.
La capacidad transformadora que tienen se centra en lo inabarcable,
en lo intempestivo, en lo inmanejable, en lo irregular, en lo hambriento, en lo
desprolijo, en lo festivo. No hay formas de abordarlos. ¿Cómo se aborda
una fiesta?
Su potencia radica en la certeza de que se están adueñando de la
ciudad y que en ese adueñarse nos pasan por arriba. Nos devoran. Son la
desobediencia de toda regla, pero sin transgresión. No hay forma de detenerlos,
se van a librar miles de batallas, vamos a mirarlas atónitos sin saber de qué
lado ponernos, pero no hay forma de detenerlos. Son la certeza o peor aun, la
expectativa, de que todo va a cambiar.
La compresión acabada de un término, que tal vez ya haya entrado
en desuso, sea un poco la llave para entender lo que va a pasar. El “te re cabio”, en su dimensión filosófica,
psicológica y jurídica a lo mejor nos ayude a soportar un poco el peso de
tanta ambigüedad y así no ser ni tan mamertos, ni tan caretas.