La revolución de las balas de goma
Globos amarillos, música fiestera, el
perro Balcarce en el sillón presidencial: con la llegada de Mauricio Macri al
gobierno, los grandes medios nacionales e internacionales vaticinaron “la
revolución de alegría“ en la Argentina, el fin de la crispación populista y la “vuelta
al mundo“ bajo el mando de una centro-derecha posideológica, liberal,
democrática. Su gran ídolo, dijo Macri en el reportaje que le hicieron en
conjunto Le Monde, The Guardian, La Stampa y El País, es
Nelson Mandela. El sarcasmo de esa afirmación parecía ignorar a los periodistas
presentes.
Somos académicos especializados desde
hace décadas en la historia y cultura de la Argentina. Estamos dolidos.
Indignados. Preocupados. Mientras escribimos estas líneas la policía está
reprimiendo con balas de goma a chicos pobres. Entraron a una villa miseria en
Buenos Aires donde los más desvalidos estaban preparando una de las pocas
alegrías que les depara la vida: el ensayo de una murga para carnaval. Les
dispararon a mansalva. Sin una razón. Sin un por qué. Para diseminar el terror.
Desde la asunción de Mauricio Macri
la Argentina está viviendo un clima que no se conocía desde los años
sangrientos de la última dictadura militar. Aprovechando el descanso
parlamentario de verano, con la excusa del combate al narcotráfico el
presidente ha declarado el estado de emergencia en todo el país, medida que
permite la intervención de las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad interior
e incluso el derribo de aviones sin advertencia previa. Nadie puede salir sin
documentos a la calle. Ni siquiera México ha ido tan lejos en responder a una
supuesta amenaza por parte del crimen organizado; Buenos Aires, en cambio,
junto con Montevideo, es la capital más segura de América Latina. También por
decreto y en abierta contravención de sus facultades constitucionales, Macri
nombró a dos amigos como jueces de la Corte Suprema y anuló la ley que
restringía la monopolización de medios. El número permitido de canales
concentrados en una sola mano hoy día excede incluso las regulaciones
establecidas por la dictadura militar.
Paralelamente, un sinfin de
periodistas críticos o simplemente no alineados con la política gubernamental
han sido despedidos no solo de los canales estatales sino también de medios
privados bajo amenaza de retirarles publicidad oficial. Simultáneamente a la
eliminación de impuestos a los agroexportadores y una devaluación feroz que
redistribuye masivamente el ingreso hacia los sectores más ricos, el Estado ha
sufrido un oleaje de despidos que ya suman casi 25 mil trabajadores (otro tanto
en el sector privado); la gran mayoría de ellos víctimas de una purga
ideológica centrada en personas con convicciones diferentes al oficialismo.
Las estructuras estatales de soporte
a los derechos humanos han sido especialmente golpeadas, desmantelando
secretarías enteras en varios ministerios y agencias, al mismo tiempo que
ex-funcionarios sospechados de colaboración en crímenes de lesa humanidad
fueron nombrados en cargos gubernamentales. El presidente se ha negado a recibir
a las organizaciones de derechos humanos, y a Madres y Abuelas de Plaza de
Mayo. El Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, alineado con el
gobierno nacional, ha afirmado que el número de desaparecidos de la última
dictadura „fue una mentira que se construyó en una mesa para construir
subsidios que te daban“.
No sorprende en ese clima de
amedrentamiento generalizado la represión policial a protestas gremiales y de
desocupados, de mujeres e indígenas, ni la ofensiva de criminalización de
cualquier oposición política. La culminación (por ahora) es el encarcelamiento
de Milagro Sala, activista indígena y diputada del Parlasur, por haber
participado de un acampe pacífico exigiendo una audiencia con el gobernador
Gerardo Morales, aliado de Macri, quien ha declarado ilegales las cooperativas
indígenas de viviendas y amenaza con retirarles toda financiación pública.
Amnesty International, el Parlamento Europeo y Parlasur han levantado protestas
a las que la justicia provincial (intervenida por decreto a imagen y semejanza
de la justicia nacional) ha respondido con el endurecimiento de las condiciones
de detención de Sala y el encarcelamiento de otros militantes.
El gobierno de Mauricio Macri no es
de centro ni posideológico; es liberal solo en cuanto a su subordinación al
establishment financiero transnacional. La “nueva derecha” argentina se parece
a las de Polonia y Hungría: aniquilación de la libertad de prensa, cooptación
del sistema jurídico, persecución de todo aquel que piensa diferente, represión
con armas si alguien se anima a reaccionar. Expresidente de un club de fútbol,
con aceitadas conexiones al mundo mafioso de las barrabravas, dueño de un
imperio de servicios financieros y de medios, amigo de jueces que han
conseguido “enfriar” las múltiples causas judiciales contra su persona por
casos de corrupción y espionaje ilegal de, entre otros, familiares de víctimas
del atentado a la mutual judía en 1994, Macri no es ningún Mandela. Es una
especie de Berlusconi sudamericano: un empresario que ama el rating y desprecia
a la democracia.
En menos de dos meses, el gobierno de
Macri ha impulsado uno de los mayores retrocesos en materia de derechos humanos
en Argentina desde el fin del régimen militar en 1983. No es la revolución de
la alegría: es, lisa y llanamente, la revolución de las balas de goma. Balas
que apuntan nada menos que al proceso democrático en Argentina y en toda la
región.
Frente a los totalitarismos la
presión internacional es una de las pocas armas que nos quedan. En nombre de la
democracia y los derechos humanos, en nombre de la libertad de prensa y el
derecho a la información, en nombre del honesto ejercicio de su profesión,
exhortamos a los colegas periodistas, científicos sociales y trabajadores
culturales a informar sus audiencias acerca del rumbo antidemocrático y
represivo que está tomando la Argentina macrista.
La revolución de las balas de goma no
es una revolución. Son balas. Por ahora, de goma. Por ahora.
Brigitte Adriaensen (Universiteit
Nijmegen)
Jens Andermann (Universität Zürich)
Ben Bollig (University of Oxford)
Geneviève Fabry (Université Catholique de Louvain)
Liliana Ruth Feierstein (Humboldt Universität zu Berlin)
Anna Forné (Göteborgs Universitet)
John Kraniauskas (Birkbeck College, University of London)
Emilia Perassi (Università degli Studi di Milano)
Kathrin Sartingen (Universität Wien)
Dardo Scavino (Université de Pau et des Pays de l’Adour)
Versión castellana del texto publicado en alemán en ‘Geschichte der Gegenwart’, Zurich, Suiza, el 7 de febrero de 2016;http:// geschichtedergegenwart.ch/die- revolution-der-gummig…/
Jens Andermann (Universität Zürich)
Ben Bollig (University of Oxford)
Geneviève Fabry (Université Catholique de Louvain)
Liliana Ruth Feierstein (Humboldt Universität zu Berlin)
Anna Forné (Göteborgs Universitet)
John Kraniauskas (Birkbeck College, University of London)
Emilia Perassi (Università degli Studi di Milano)
Kathrin Sartingen (Universität Wien)
Dardo Scavino (Université de Pau et des Pays de l’Adour)
Versión castellana del texto publicado en alemán en ‘Geschichte der Gegenwart’, Zurich, Suiza, el 7 de febrero de 2016;http://