El común drogado (o el cuerpo tóxico de las finanzas).
Entrevista a Christian
Marazzi sobre “The Wolf of Wall Street”
por Gigi Roggero
(Traducción: Nemo Niente)
Comencemos con una afirmación: es difícil imaginar The Wolf of Wall Street sin Occupy Wall
Street. Más allá de las dificultades y de los impasses, los movimientos
globales han señalado claramente al enemigo: el capitalismo financiero.
Estoy de acuerdo, pero pienso en el impacto que Occupy ha tenido sobre economistas tan importantes como Stiglitz,
que no habría afirmado sus análisis sobre la desigualdad si no hubiera sido por
el impacto intelectual, cultural y político de un movimiento como Occupy. Esto significa introducir en el
análisis de los movimientos elementos que generalmente se descuidan porque nos
concentramos en su esperanza de vida y su horizonte temporal, para acabar
decepcionados y desilusionados porque duran poco tiempo respecto a los grandes
objetivos que se proponen. Pero probablemente la eficacia de estos movimientos
precisamente está en proyectarse sobre lenguajes diversos. Por eso al
relacionar este film con Occupy Wall
Street puede verse la crítica radical del capitalismo financiero que tantas
veces hemos expresado hecha cinematográficamente por uno de los máximos
realizadores de los últimos treinta años.
Hace dos años, en un encuentro de Commonware,
has analizado la financiarización en términos de una liberación del dinero de
todo referente sustancial. Sostienes que desde el momento en que se ha liberado
de la sustancia para destruir a la clase obrera, el capital no ha tenido tregua
alguna, construyendo un sistema monetario que se ha replegado sobre sí mismo
arriesgándose a implosionar en su autorreferencialidad. ¿Esta parece una buena
clave para ver este film, no?
Un hilo rojo atraviesa nuestros encuentros, discusiones y análisis: la
interpretación de la financiarización a partir de su origen, es decir la
declaración de inconvertibilidad del dólar en oro en 1971, que ha marcado el
punto de inflexión hacia la desustancialización. Esto no se refiere sólo a
relegar el equivalente general y universal a una mera función de bien refugio
como es el oro, sino que la desustancialización es políticamente un ataque
directo y frontal a la clase obrera fordista. Es el primer aspecto que nos
lleva al viraje neoliberal en el origen de la verdadera financiarización en la
segunda mitad de los años 70, junto con la victoria de Milton Friedman sobre el
pensamiento y las políticas keynesianas. Se abre una fase en la cual la
desustancialización va unida a la cada vez mayor autorreferencialidad de los
procesos de creación de la liquidez y de crecimiento de las finanzas, en el
sentido que las finanzas hacen referencia a sí mismas y por tanto se
autonomizan con respecto al mundo del trabajo y de la producción. Todos hemos
visto en ese mundo post-clase obrera fordista crecer y desarrollarse a la
multitud, una clase líquida, dispersa, dividida, múltiple, pero con el gran
problema de cómo darle cuerpo. La multitud empieza a tomar cuerpo en los
movimientos desde Seattle, pero las finanzas tienden siempre a destruir este
cuerpo de la multitud. Lo interesante del film de Scorsese es el razonamiento
de la autorreferencialidad que implica al cuerpo de las finanzas. Centrarse
sobre la droga, la cocaína, sobre el sexo, no es una elección cinematográfica
gratuita. Por un lado, es una fotografía fiel de ese mundo. He vivido en los
inicios de los años 80 en contacto con la City de Londres y era precisamente así
al principio, degenerando después todavía más en los Estados Unidos. Por otro,
es un modo de situar el problema de la corporeidad ante la forma en que las
finanzas y la financiarización sitúan la cuestión.
La cocaína se corresponde a la perfección con el mundo de las finanzas, precisamente porque transforma el cuerpo de la multitud –en este caso de los inversores– en cuerpo individual. La droga invierte la relación entre multitud y corporeidad, reduciendo a individualidad el cuerpo de la multitud. La cocaína es una droga cobarde, porque traiciona de modo autorreferencial la dimensión colectiva de la multitud. Es algo muy importante, que explica la locura que alberga este mundo, la locura de pensar poder vivir en una dimensión totalmente individual y autorreferencial, mientras que las finanzas plantean en negativo el problema del común. Las finanzas son el común malo: nos hablan de la potencia de la multitud pero según una práctica totalmente autorreferencial.
La cocaína se corresponde a la perfección con el mundo de las finanzas, precisamente porque transforma el cuerpo de la multitud –en este caso de los inversores– en cuerpo individual. La droga invierte la relación entre multitud y corporeidad, reduciendo a individualidad el cuerpo de la multitud. La cocaína es una droga cobarde, porque traiciona de modo autorreferencial la dimensión colectiva de la multitud. Es algo muy importante, que explica la locura que alberga este mundo, la locura de pensar poder vivir en una dimensión totalmente individual y autorreferencial, mientras que las finanzas plantean en negativo el problema del común. Las finanzas son el común malo: nos hablan de la potencia de la multitud pero según una práctica totalmente autorreferencial.
Podríamos decir que es el común drogado…
Exactamente. No deja de ser un común, y por este motivo nos interesa
estudiar esta dimensión del común completamente invertido. Es un común malo
precisamente porque niega su corporeidad en la dimensión colectiva. En este
sentido, la droga es perfectamente funcional a esta inversión perversa.
Has tocado un punto central. Siguiendo tu
interpretación y la de Scorsese, podríamos decir que las sustancias ocupan el
lugar de la sustancia. El capitalismo financiero descrito en el film es el
triunfo del exceso (hecho precisamente de sexo desenfrenado y sustancias
estupefacientes, donde se desvanecen continuamente los confines entre lícito e
ilícito, entre legalidad e ilegalidad). ¿Podemos ver en este exceso demencial
la otra cara –oscura e inquietante – de la excedencia de la cooperación social?
Es cierto que en esta historia de excesos no es exagerada sino
absolutamente cierta, una de muchas. Es una historia de excesos, de deseo, de
avidez de dinero y de riqueza, basada en la vampirización de la multitud. La
multitud está al otro lado de la línea telefónica de los empleados de Bedford.
Hay que imaginarse a estos pequeños inversores dejándose engañar por estos
bribones porque necesitan de un wealth effect, de un efecto riqueza, siendo
sistemáticamente estafados. Sin embargo la multitud está ahí, en al otro lado
de los teléfonos utilizados las 24 horas para recoger dinero para investir y
acrecentar las acciones. Al mismo tiempo, está el trabajo de la excedencia
referida al interés privado, a la propiedad privada, al robo del dinero ajeno.
La misma excedencia solo puede imaginarse en los momentos más hermosos de las
ocupaciones de las plazas de los últimos años. Es una excedencia hecha de
cuerpos múltiples, que se relacionan entre sí.
Que escapan de la soledad del común drogado…
Sí, es precisamente una excedencia simétrica y opuesta. Es Spinoza
contra Hobbes, estar bien juntos frente a estar juntos mal, porque te
destruyes, sufres, te drogas. La traición es muy importante en la parte final
del film. Es algo recurrente en la historia de las finanzas, incluso de las
relaciones íntimas y pasionales que se crean en ese mundo: estos canallas, sus
secretarias y sus amigos, en el momento en que todo se viene abajo y se
encuentran ante la justicia o con el FBI pisándoles los talones, no dudan en
traicionar a su mejor amigo. Lo hacen para salvarse a sí mismos, sin plantearse
si podrían salvar también a otros. La traición es recurrente y está al orden
del día en el mundo de las finanzas.
Podríamos decir que la traición es consustancial a
las finanzas.
Totalmente. Recientemente el director del Credit Suisse ha sido
nuevamente detenido por las autoridades fiscales de los Estados Unidos por
haber promovido la evasión de grandes contribuyentes y ricos americanos; lo
primero que ha hecho ha sido denunciar a sus más estrechos colaboradores. Los
ha denunciado cándidamente, cuando todos sabían que estaban en los Estados
Unidos, por otra parte a expensas de la banca, para hacer lo que se les
ordenase hacer. Y en la literatura de los años 80, Bret Easton Ellis en Menos
que cero presentaba a la perfección esta ética negativa del mundo de las
finanzas que le es propia. No hay otra manera de que las finanzas funcionen.
Esto nos lleva a reflexionar sobre una cuestión: ¿existe una ética de la
multitud que no sea aquella negativa de las finanzas? ¿Qué es una ética del
común? No son preguntas sin fundamento. ¿Cómo vivir sin traicionar lo
colectivo? Es una pregunta que me hago, para la cual no tengo respuestas, salvo
que tenemos que buscar esta línea de conducta, este comportamiento, esta ética
de la no violencia financiera.
Otro tema que surge de The Wolf of Wall Street es la implosión de la clase media, de donde procede el protagonista, interpretado por Leonardo Di Caprio: ante el bloqueo de la movilidad social, la única vía parece ser el saqueo organizado de los sueldos, especialmente los de la clase media. Como le explica el primer broker que lo introduce en Wall Street, el problema es vaciar las carteras ajenas. El sueño americano se transforma en una pesadilla, como a menudo sucede en los filmes de Scorsese. En este caso, la riqueza para todos prometida por el “comunismo del capital” se transforma en la riqueza del 1% a costa del 99%…
La clase media es evidentemente el objetivo. El film narra la historia
de cómo la clase media ha sido vampirizada por la financiarización y por las
nuevas formas de producir riqueza que sustentan la financiarización. La clase
media existe como ilusión, como un conjunto de valores (de la movilidad social,
del aumento de la riqueza, etc…) sobre arenas movedizas. El único modo para
conceptualizar la clase media actualmente es hablando de la nada, del vacío
absoluto, y cómo este ex nihilo produce comportamientos. Las finanzas se nutren
de liquidez creada de la nada, y estas mismas finanzas producen tal
polarización que lo que en el pasado estaba en la base de la constitución de la
clase media, la redistribución, hoy es imposible. Las finanzas succionan los
ahorros, haciéndolos desaparecer, o mejor dicho, los distribuyen exclusivamente
en el vértice de la pirámide social. Esto es lo que explica la multiplicación
de nuevos ricos en relación a la sociedad fordista, en la que había obviamente
ricos, pero en menor número. Y es lo que explica el aumento de las nuevas
formas de pobreza. Entre ambos polos existe una clase media que se asemeja a un
estrecho cuello de botella. La desintegración de la clase media nos lleva nos
devuelve al tema de la redistribución. ¿Cómo puede concebirse una
redistribución a partir de los restos de la clase media? Estoy convencido de
que la renta de ciudadanía sigue siendo un tema esencial, es decir una renta
que confiere derechos que no dependan de una inserción estable en los procesos
de movilidad y de trabajo asalariado, que históricamente están en el origen de
la clase media. La clase media aparece ahora anulada por las finanzas.
Un aspecto que nos parece problemático en la
narración de Scorsese es el riesgo de volver a la dialéctica entre economía
real y economía financiera al final del film, en particular en la figura del
policía que parece encarnar el mito de la gente honesta que trabaja contra los
sueños de enriquecimiento de los peones de Wall Street. ¿Qué piensas?
Si nos atenemos a la historia, Di Caprio no está más de dos años en la
cárcel, teniendo en cuenta que la cárcel para este tipo de criminales es como
un club mediterráneo, se trata de un paso para el lanzamiento al estrellato,
incluida la universidad. Todos estos grandes delincuentes se han convertido en
conferenciantes generosamente retribuidos para contar cómo funciona este mundo
de las finanzas. Sin embargo, me parece que el efecto principal del final del
film es que, finalmente, nos identificamos con Di Caprio y no con la vida
triste del “justo”, el agente del FBI. Esto es importante porque nos dice que
las finanzas están dentro de nosotros. Mejor dicho, estos valores, incluso en
su mezquindad y vulgaridad, en cierto sentido son transversales. No puede
separarse lo bueno de lo malo, es decir la economía buena (real) de la economía
mala (financiera), no se puede ni siquiera dentro de nosotros, por cuanto
podemos tener una mirada crítica y negativa. En realidad, es Di Caprio quien
vence y no el agente del FBI. Esto nos lleva nuevamente a la imposibilidad y a
la incorrección, también desde el punto de vista teórico y analítico, de
reproducir la separación y la dicotomía entre economía buena y economía mala.
No existe ninguna posibilidad de retorno al fordismo como supuesta economía
buena donde las crisis financieras no existían, donde las finanzas eran residuales
y marginales respecto a la centralidad de la gran industria, por otra parte
opuesta a una economía que se ha degradado con las finanzas la determinan. Esto
es el capitalismo: el capitalismo financiero es el capitalismo, se llama así
porque las finanzas suplen una modalidad de producción de los beneficios que ya
no pueden crearse, marxianamente, según la modalidad de la teoría del
valor-trabajo. Las finanzas son la modalidad de producción de los beneficios en
una economía donde es central el general intellect. Esto es el capitalismo:
buscar destilar las finanzas para sanear la economía real no está ni en el
cielo ni en la tierra. Por tanto, esta identificación con el protagonista,
vista por algunos como muy peligrosa, me parece interesante, el propio límite
del film de Scorsese. Sentir esta identificación por la vida temeraria de este
personaje no te identifica forzosamente con el hombre del FBI. Aquí está la
fuerza del film, porque implícita o indirectamente nos dice que este es el
capitalismo en el que estamos.
¿Podríamos decir, entonces, que las finanzas se
encarnan en los cuerpos en cuanto cuerpos individualizados?
Así es. Y una manera de combatir las finanzas es perseguir una
corporeidad multitudinaria, aquella que nos lleva a sentirnos bien con los
otros en las plazas, en los barrios, en las ocupaciones. No digo que sea la
solución, pero es sobre este terreno que construimos otra corporeidad, que es
el presupuesto de un pensamiento crítico que se encarna en los procesos reales.
(fuente: Commonware.org)