La relación entre el gobierno, los pueblos indígenas y los campesinos acumula tensiones en Bolivia. Entrevista a Luis Tapia
Por
Gabriel Delacoste
Luis Tapia,
licenciado en Filosofía y doctor en Ciencia Política, impartió el curso
“Democracia, actores sociales y partidos políticos en Bolivia contemporánea”
para la maestría en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Cuando se acerca el
año electoral en Bolivia, la diaria lo entrevistó acerca de la actualidad de la
política y de los movimientos sociales en su país, en un contexto de conflictos
y contradicciones entre el gobierno de Evo Morales y las organizaciones
sindicales y campesinas.
-Evo Morales es considerado fuera de Bolivia un símbolo del “giro a la
izquierda” de la región. ¿Cómo es visto en su país?
-Esa imagen se ha ido deteriorando. Empezó como un
liderazgo nacional que quería unificar organizaciones indígenas, campesinas y
sectores populares, basado en la defensa de la coca, que fue causa nacional
durante muchos años. Eso se ha agotado, porque ahora el presidente aparece como
un defensor de los intereses sectoriales corporativos de los plantadores de
coca, contra las organizaciones indígenas. Y, explícitamente, el gobierno tiene
hoy un discurso antiindígena. Entonces su imagen interna es distinta de su
imagen internacional.
-¿Antiindígena en qué sentido?
-No reconoce a las organizaciones indígenas
autónomas. Se les están iniciando juicios, se las ha reprimido, y el proyecto
del gobierno básicamente consiste en apropiarse de territorios indígenas para
concesiones de explotación de bosques, explotación petrolera, minera y
proyectos como carreteras y represas.
-Hay como una oposición entre modernización y desarrollismo por un lado
y economía comunitaria y “buen vivir” por otro.
-Desde el inicio del gobierno surgió un discurso de
respeto a la Pachamama y el “vivir bien” para legitimar el nuevo plan de
desarrollo nacional, pero en los últimos años el proyecto del gobierno ha sido
básicamente de desarrollismo extractivista, relacionado con la megaminería, el
agronegocio y la ampliación de la exportación de hidrocarburos. No hay nada
sobre economía comunitaria. Entonces el mismo gobierno ha abandonado el
discurso del “vivir bien” porque ya no es verosímil.
-¿Cómo encajan en este modelo las nacionalizaciones en ciertos sectores
estratégicos?
-Eso es clave. Antes que nada porque era una
demanda nacional generalizada, previa a la victoria electoral del Movimiento al
Socialismo [MAS, el partido de Morales]. Y también porque la nacionalización es
la base del poder económico, que se traduce en poder político del gobierno.
Esos ingresos le permiten tener recursos para financiar la política social y la
campaña electoral. Sin nacionalización no tendría poder, un poder que le dio un
margen de autonomía frente a los norteamericanos, a los que pudo expulsar del
país.
-Durante este mismo período se dio la refundación de Bolivia como Estado
Plurinacional. ¿Cómo se relaciona el modelo de desarrollo con el reconocimiento
de la nueva Constitución hacia la economía comunitaria y la autonomía de los
pueblos indígenas?
-En Bolivia hay tensiones y contradicciones, porque
la Constitución reconoce en el artículo 2 los territorios de 36 pueblos y
culturas diferentes, además de su lengua y sus formas de autogobierno. Pero
luego el gobierno no incluyó en la legislación la consulta vinculante a las
comunidades sobre el uso de los territorios indígenas, por lo que es el
Ejecutivo el que decide para qué usarlos. Ha entrado en contradicción con los
pueblos indígenas de manera bien frontal. Una contradicción entre lo que dice
la Constitución y lo que hace el gobierno, montado sobre vacíos de la propia
Constitución.
-¿Y cómo reaccionan los movimientos sociales?, porque el MAS también
tiene una base importante en la población indígena.
-Por un lado, se han organizado marchas masivas en
torno a la sede de gobierno en La Paz, sobre todo desde el Amazonas, para
reclamar consulta previa y rechazar los proyectos de construcción de carreteras
y de explotación petrolera. Pero por otro lado, el sector que es base de apoyo
del gobierno, los sindicatos campesinos, está interesado en ampliar su frontera
agrícola hacia el territorio colectivo indígena. De hecho este sindicalismo ha
sido utilizado por el gobierno para reprimir a las organizaciones indígenas comunitarias.
-Se dio en 2011 una ruptura entre las organizaciones sindicales y las
indígenas. ¿Cómo ve el futuro de los movimientos populares?
-Es difícil decir; ahorita diría que estamos en una
etapa de descomposición de lo construido durante décadas. El Pacto de Unidad
entre indígenas y campesinos [articulación que impulsó una agenda política
común], resultado de dos décadas de proceso de unificación, ahora se ha roto.
Diría que está en una fase de resistencia, sobre todo por parte de lo
comunitario indígena. Lentamente las comunidades están empezando a hacer
alianzas con sectores urbanos, sobre todo de izquierda, que a su vez están
asumiendo la idea de lo plurinacional, de respeto a los territorios
comunitarios.
-Me cuesta imaginar un proyecto económico basado en una economía
comunitaria de pequeña escala para un país de millones de habitantes. ¿Existe
una alternativa al modelo actual?
-Eso no existe, no se ha planteado. Lo que se pensó
desde el gobierno fue, por un lado, la nacionalización -la estructura productiva
sigue siendo la misma, sólo que con mayor control estatal- y, por otro, la
ampliación del extractivismo. La economía comunitaria, más que un proyecto, es
lo que ha existido a lo largo de siglos, y obviamente no es una alternativa
para los sectores modernos. Pero es algo que se puede preservar y evitar que se
siga reduciendo.
-¿Qué posibilidades le asigna a una nueva victoria electoral de Morales
en octubre de 2014?
-Yo creo que bajo la actual correlación de fuerzas
y legislación electoral, el MAS ya no ganaría. El MAS probablemente tiene un
tercio de apoyo en el país, aunque le favorece la fragmentación de la
oposición, que no se sabe si se va a unificar. Sin embargo, con un tercio iría
a segunda vuelta, y en la segunda vuelta yo creo que perdería.
-¿Y quiénes son los desafiantes?
-Probablemente quien tiene más posibilidades es
Juan del Granado, del Movimiento Sin Miedo [MSM], que está articulando
diferentes sectores opositores.
-¿Cómo lo definiría políticamente?
-Diría que es un partido de izquierda moderada,
reformista pero pluralista, y que ha incorporado el tema de lo plurinacional.
Ha entrado en una red de alianzas con movimientos indígenas.
-Hubo en los últimos años un enfrentamiento con movimientos indígenas en
torno a la construcción de una carretera que atravesaría el Territorio Indígena
y Parque Nacional Isiboro Sécure, que últimamente recibe poca atención
mediática. ¿Cuál es la situación?
-Yo creo que esta baja en la intensidad tiene que
ver con el período electoral. El gobierno ha insistido en hacer la carretera, y
luego de haber decidido hacerla, como la población demandó una consulta previa,
realizó una consulta amañada para dar la imagen de que la gente está de
acuerdo. Ha intervenido militarmente, está persiguiendo por la vía jurídica a
los principales dirigentes y está montando una red clientelar en la zona para
dividir a las organizaciones indígenas. Pero mientras no haya elecciones se
está manteniendo un bajo perfil, porque es el principal foco de oposición al
gobierno. Por ello, probablemente la obra esté detenida hasta después del
resultado de las elecciones.
-Morales ha apostado fuerte a la integración de América del Sur, y sin
embargo ha habido conflictos importantes entre capitales brasileños y chilenos,
por ejemplo, y el gobierno boliviano. ¿Cómo se da esta relación?
-El proyecto de integración que se ha ido
desplegando en los últimos años es resultado de cambios internos en cada uno de
los países, donde ha habido una recomposición de la relación entre Estado,
sociedad y economía, lo que ha propiciado un mayor control de recursos
económicos, generando una política económica un poco más autónoma a nivel
regional, en particular en relación a Estados Unidos. Ahora, esto tiene
contradicciones, porque por un lado hay políticas de integración regional, pero
lo más fuerte, en el caso boliviano, es la subordinación a la geopolítica
brasileña. Gran parte de los proyectos del gobierno son de interés brasileño, y
no de la población boliviana, y los hemos financiado nosotros con préstamos del
Banco de Desarrollo de Brasil. Están las dos cosas a la vez, las geopolíticas
nacionales se despliegan bajo el marco de la integración.