Serie “El zorro y la gallina”. Perfiles: Carlos Pagni (III)
Por Juan Pablo
Maccia
Un
tipo peligroso
“Pagni es un tipo peligroso”, dice Mario. Viaja mucho, visita todo tipo de lugares y
habla con todo el mundo. ¿Debería sorprender o asustar alguien así? No
sintonizo con este setentismo de Mario.
Me
rebota lo de peligroso, pero de otro
modo. Hace unos pocos días Pagni escribió lo siguiente acerca de la operación
montada por la Gendarmería y el Grupo Clarín sobre Juan Cabandié: “llamó a Insaurralde para pedir un
"correctivo"…. Tristísima sorpresa: por la boca del hijo de
desaparecidos sale la voz del apropiador. Trágica Argentina, que puede mostrar,
a través de una historia mínima, un abismo gigantesco”.
Estas líneas sí me inquietaron profundamente. No se trata ya
sólo del manejo de la ironía, que surge en él del jugueteo con una cierta omnisciencia
que recoloca a la historia en el lugar de la fortuna maquiaveliana, ante la
cual deben reflexionar cuidadosamente sus pasos los actores del drama político.
Este esquema ha dado ya sus frutos: un Scioli
shakespireano, un Macri que debe enfrentar el problema de la
“organización”, una Cristina en busca de su espejito-espejito, un Massa que de
tan exitoso puede convertirse, para los gobernadores del PJ, en un temible
reverso de la juventud que va por todo.
Lo que asusta de Pagni es el saber que tiene sobre aquello
que hace sentido en nosotros y no nos animamos a pensar de modo público. Pienso
intensamente en este tipo de episodios, en los cuales las derechas parecen
conocer a las izquierdas desde adentro, como quien ha introducido su arma en
cuerpo enemigo y opera sobre sus órganos, administra su dolor a voluntad. No
hablo de tortura. Sino de los efectos del terror sobre las almas.
Sus breves líneas sobre Cabandié son ejemplares en un punto
tenebroso: enarbola en el cuerpo mismo del militante y del hijo de
desaparecidos la marca, la presencia efectiva del veneno fascista que actúa
sobre él. Nos indica, así, lo que hay que entender: que es ese poder de la
derecha el que sigue operando desde el interior de los sujetos que se dicen de
izquierda.
En un artículo
reciente, Horacio González, nos señala la gravedad que conlleva la manera en
que Pagni toma e interpreta la palabra “correctivo” en forma aislada, para
situarla en el territorio idiomático policial y, cual destreza de un talentoso
ventrículo, mostrarnos como el expropiador nos habla a través del cuerpo del
hijo nacido en cautiverio.
La sonrisa de Pagni perturba justamente en este señalamiento.
Sus palabras, dirigidas más a otros que a nosotros, parecen querer decir: no
hay de qué preocuparse, a pesar de ciertas apariencias, las retóricas de
transformación no han activado ningún principio vital antagonista.
¿No es este tipo de sabiduría la verdad que anima la gracia de
los análisis que versan de modo realista sobre economía, la coyuntura y
historia? ¿No poseen la indiscutible lucidez de enfatizar la victoria que en
esos dominios las derechas siguen logrando en nuestro nombre?
(the end)