De nuevo fiesta con lo de YPF. Reflexión escueta, por el momento. Aun
hay mucho que entender. Por ahora parece una ley adecuada. Necesaria para el
modelo: energía barata. Media sonrisa. Porque no se puede exagerar la
carcajada. Nacionalización, se dice. Se entiende. Entre el gobierno nacional y
los gobiernos provinciales habrá una mayoría de peso. Y hay un nuevo marco
regulatorio para las actividades vinculadas a hidrocarburos. Muy bien. No hay
estatización, sin embargo. Todo se va a guiar según los protocolos del mercado.
Se entiende. Repsol, si el proyecto se aprueba, queda reducido a una
participación mínima de la propiedad. Muy bien. Muy bien también como el
gobierno ha leído las nuevas condiciones en las que es posible sacarse en encima
ciertos dispositivos coloniales. Ahora hay que pagar la empresa y, más
importante, conseguir mucha mosca para invertir, para sacar más gas y sangre
negra de la tierra. ¿De dónde surgirán esos capitales? ¿China, India, Brasil,
EE.UU? Es raro que festeje gente como Dromi. Es paradojal que sean los propios
K, tan involucrados en la privatización de YPF los que ahora hagan una ley que
aparece como gran avance. Pero ahora se viene una discusión más seria. Ya no la
del estado contra el neoliberalismo, sino la del bienestar de la gente en el
neodesarrollismo. ¿Vamos a acelerar un capitalismo desarrollista
nacional-regional o estamos en transición a otra cosa más justa, más
interesante? Esta discusión debería empezar ahora y no dejarse tapar bajo los
papelitos y los globos. Además, hay una muy buena lectura del debilitamiento
del cerrojo europeo y la fuerza de Sudamérica. Desconfiado, indisimulablemente
alegre, en estado de alerta y movilización y dispuesto a encarar la dura
discusión que se viene Lobo mueve la cola, afila colmillos: nada será fácil.