Santos prejuicios
Por
Gabriel Puricelli
El
“orientalismo”, esa forma de prejuicio sobre las culturas al este de Europa,
tiene manifestaciones de lo más diversas. Algunas ocultan su condición de
juicio eurocéntrico bajo la forma equívoca del elogio de algo que, en
definitiva, se decide no conocer o tomar por su manifestación más evidente.
Algo
de eso sucede con la visita, con objetivos eminentemente comerciales, del
autotitulado “Sri Sri” (una duplicación del título de hombre “santo”) Ravi
Shankar a nuestro país. Sin discutir la utilidad y eficacia de las técnicas
respiratorias para entrenar en las cuales el visitante indio cobra elevadas
sumas de dinero, sorprende la liviandad con que algunos compatriotas suscriben
a la condición de santo de este. Es evidente que detrás de esa profesada admiración
hay un aplanamiento total de lo indio como cultura, una adscripción zonza a la
idea de que todo lo indio es irreductiblemente exótico e incomprensible. De
poco sirve que en vez de considerárselo “bárbaro”, se lo consagre como “santo”.
Detrás de ese supuesto elogio está la idea de que un visitante de la India no
puede tener ideas políticas y no puede ser agente de una cultura racionalmente
comprensible.
Dos
instituciones gubernamentales, los gobiernos de la ciudad de Buenos Aires y de
la provincia de Córdoba, han actuado sobre la base de este prejuicio para darle
una bienvenida oficial y para auspiciar algunas de sus actividades. Pues bien,
“Sri Sri” Ravi Shankar es un ciudadano que ejerce plenamente sus derechos
políticos en su país y, así, tiene sus ideas y actividades: está públicamente
vinculado al nacionalismo fundamentalista religioso hindú. Se trata de un
movimiento político opuesto al laicismo y a la vocación pluralista en lo étnico
y religioso del Partido del Congreso de Mahatma Gandhi y Pandit Nehru, que
cuenta con una organización madre (el RSS), un partido (el BJP) y una fuerza de
choque (Bajrang Dal), esta última participante de pogroms contra las minorías
religiosas de su país (musulmanes, cristianos, sikhs, etc.).
Difícilmente
una cultura del “amor”, si nos detenemos a mirarlo y entenderlo. Hay dos
gobiernos que no parecen dispuestos a hacer el esfuerzo.